viernes, 20 de enero de 2017

Si eres tan listo, ¿por qué no eres rico?

¿Quién no ha escuchado nunca esa pregunta? Dirigida hacia sí o hacia otro.
Es el argumento definitivo con el que se descabalga a quien se ha adueñado del trono de la superioridad intelectual en cualquier debate, tertulia o barra de bar.
Si a quien se le dirige tal cuestión le empieza a temblar el pulso, o se le perla la frente de sudor y tartamudea, quien la ha planteado obtiene su recompensa rebajando al cuestionado al mismo pozo de mediocridad que habita el resto, si no aún más abajo.

Es la prueba definitiva, el cúlmen, el súmum, la guinda de la tarta de estupidez e ignorancia que viene a ser el mundo en el que vivimos.
Y es fácil caer en la lógica falaz de tal planteamiento, a fin de cuentas el dinero nos gusta a todos. Sin excepción. Desde el intelecto más elevado al más simple, pocos o nadie hace ascos al vil metal.

De hecho el mundo, cual película de cine negro hollywoodiense, se asemeja en mucho a ese tipo de tramas en que varias partes pugnan interminablemente por hacerse con un botín, por lo general procedente de alguna actividad delictiva. Y generando en dicha pugna, por lo general, más actividades delictivas. Si el mundo fuera una película, ése sería aproximadamente su argumento. Y a uno, que pasa por la vida a lo sumo como un actor de reparto, se le plantea, dado el intelecto del que hace gala, cómo no está entre los protagonistas de esa pelea si no disfrutando ya del botín para sí mismo.

Es el modo en que las mentes que se mueven únicamente bajo los instintos más bajos arrastran a su mismo lodazal al resto. Y el argumento que subyace es irrefutable, claro. ¿A quién no le gusta el dinero? Es cierto. Sin embargo, teniendo en cuenta que la lucha por obtener un billete más es una sangrienta carrera de idiotas en el que muchos mueren y muchos matan, vidas se destrozan, se arruinan y se pierden, lo más cuestionable que se le puede plantear a alguien que se dice inteligente es su grado de implicación en tal despropósito. También a la gente inteligente le gusta el dinero, por supuesto. Sucede que a muchos de los tontos sólo les gusta el dinero. Porque en realidad son incapaces de encontrar placer en nada que puedan hacer por sí mismos y por lo tanto el dinero es, en su caso, el único camino hacia la satisfacción.

Y desde luego, con más motivo, participan en esa pelea tanto o tal vez más ferozmente que cualquiera. Se le puede preguntar a cualquier persona inteligente, es probable que no le importara tener más dinero, es posible que incluso lo desee, pero seguramente no a cualquier precio. Porque, si la persona es realmente inteligente, habrá encontrado en la vida cosas más baratas que el dinero, menos demandadas y menos perseguidas, que le puedan procurar similares satisfacciones sin tener que entrar en la imposible pugna de las legiones de idiotas que persiguen lo que conciben como único fin. Y es que, el problema de los idiotas, es que han convertido el dinero en un fin sin darse cuenta de que es sólamente un medio. Uno muy flexible, desde luego, pero un medio hacia otras cosas al fin y al cabo. Algunos intentan comprar felicidad, amor, tranquilidad, emociones, con más o menos éxito. Pero el dinero en sí, no es nada. De hecho los idiotas más profundos ni siquiera son capaces de darse cuenta de que puede haber otros caminos hacia eso que compran con dinero y tal vez más económicos en esfuerzo o riesgo. Están demasiado ocupados para darse cuenta tratando de ganar dinero, claro. Y desde su paradigma, donde la inteligencia es casi una excentricidad, acusan: no puedes ser listo si no eres rico. Esa es la prueba imborrable de la carencia en las capacidades, dan a entender.

La respuesta ha de ser pausada, pestañeando dos veces, como si uno no supiera bien, a juzgar por lo que expulsa, si está mirando una cara o un culo. Pronunciando las palabras lentamente, con la seguridad con la que se saborea una victoria conocida de antemano:
Porque ya hay demasiados idiotas como tú que se dejan la vida intentándolo.

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