1. Noticias frescas
-Lo quiero en letras enormes. Más grande.
-Entonces se va a dos líneas.
-Pues en dos líneas. Que se vea “caníbal” desde tres metros.
-Vaya racha llevamos, la semana pasada el tipo del sótano de la tienda, ahora esto… ¿Qué le está pasando a esta ciudad?
-No creo que sea una ciudad en especial. El mundo ya hace mucho tiempo que se fue a la mierda, ya sólo queda esperar el impacto.
-Oh, señor, llévame pronto. ¿Qué tal así?
-Perfecto, envíalo.
La cámara hace zoom en el diseño de la portada de un periódico sensacionalista: “Supermercado caníbal en LA”, van sonando gaviotas de fondo. La mano de una mujer lo coge, ya como periódico, dejando ver otro ejemplar igual debajo, de una pila en un kiosko, lo paga y se lo coloca bajo el brazo mientras se dirige a su coche, suenan la noticias en la radio:
“...según se ha podido saber la policía estaría investigando una posible red criminal dedicada al tráfico de personas, tráfico de órganos y de... carne humana para su consumo… alimentario. ¿Qué opinas de eso, BJ, te animas con unas costillas para desayunar? -No, creo que no, Bob, creo que seguiré con huevos y bacon. De hecho es lo más sórdido que he escuchado, por los menos desde hace tres días, con el tipo en cuero negro viviendo en un baúl, no me lo puedo quitar de la cabeza, he tenido pesadillas con eso Bob. -Bueno, BJ creo que ya tienes con qué acompañarlas. Por nuestra parte de momento les dejamos con la previsión meteorológica…”
El coche da un par de giros y en seguida se detiene. Wendy baja con el periódico y las llaves de la oficina en la mano, al abrir la puerta sonríe ante lo surrealista de la escena. Una enorme gaviota está de pie, de perfil sobre la mesa de Big Joe. Hay corriente, la ventana está abierta.
-¿Buenos días? ¿Joe?
Avanza un par de pasos, la mesa aparece algo revuelta, da otros más y ve que otro par de gaviotas revolotean por el suelo de la oficina… sobre el cadáver de Big Joe, picoteado en las mejillas por los animales y con un profundo corte negro que le rodea todo el cuello, hay más sangre en su mano izquierda. El grito alborota a los animales, uno huye por la ventana mientras los otros dos buscan resguardo en rincones de la estancia. Retrocede algunos pasos y se detiene un momento, mira el resto de la oficina, por lo demás desierta. La cara de Wendy es más de confusión que de miedo. Se acerca de nuevo a la mesa y marca el número de la policía. Mientras hace girar la rueda del teléfono empieza a sonar K-39 de The challengers, entran los títulos de crédito.
2. La partida de Lou
-Lo veo. Veo tus diez y subo… cinco más. ¿Qué te parece?
-Hijo, me parece que si mientes siempre así de mal… debes estar soltero. Ahí van tus cinco, ¿qué tienes?
La mirada del viejo Tim te atraviesa el alma sin siquiera proponérselo.
-Pareja de sietes. ¿Me vais a dejar ganar alguna mano?
El viejo muestra la pareja de reinas que tiene en la mano y que junto a la de la mesa hace el trío:
-Seguramente sí, pero no ésta: tres reinas.
-Oh, vamos.
-Así es la vida Larry, andar antes de correr.
Lou intenta que el ambiente sea agradable, los tipos que se dejan el dinero en el tapete siempre son bienvenidos.
-¿Sabes quién corría de verdad? El tipo que intentó atracar la licorería de la esquina hace unos días, la de los chinos. Salió la hija con una escopeta tras ellos, nunca había visto correr tanto a nadie, tal vez batiera algún récord olímpico o algo.
Winston reparte mientras ánima un poco la conversación.
-En mis tiempos… no hubiera llegado ni a la mitad de la calle. Eso si con suerte hubiera salido del local. Había un tipo en Santa Fe que no abría la caja sin tener una mano en el rifle bajo el mostrador. Ahora estaría enterrado en el patio trasero…
-¿Era una licorería?
-Licorería, comestibles… ¿Qué mas da?
-Bueno, si hubieran servido comidas… el invitado siempre hubiera podido acompañar la salsa, ¿no Lou?- Arch le añade más sorna al tema.
-Ah, sí, como en aquella película… ¿como se llamaba? ¿Tomates…?
-Tomates verdes fritos- confirma Winston.
-Sí, el secreto está en la salsa- Tim recuerda la película.
-Ya veo que conocéis todos mis trucos, me temo que ya sólo puedo sorprenderos con las cartas. ¿Quién habla?
Lou regenta un pequeño restaurante italiano en Santa Ana y el primer y tercer jueves de cada mes, después de cenar, unos cuantos se reúnen en la sala de atrás, las apuestas son altas y se accede por invitación, hay pocas sillas y suelen ir viejos conocidos. Siempre está llena, se come bien y hay buen ambiente. A veces hasta aparece algún actor famoso.
3. Altos y bajos
Cuando el maletero se abre, con la cámara enfocando desde dentro, la cara de Lou tiene un corte en la ceja y es mucho menos amable:
-Vamos, levanta, ¡Levanta!
Lou apunta al interior del maletero con una vieja 45:
-Vamos, no voy a poner todo perdido de sangre, sal.
Bill lleva un par de horas encajonado en el maletero, tiene todas las articulaciones entumecidas además de algunos golpes serios y el labio cortado. No hay manera elegante de salir de un maletero, y menos en esas condiciones. Tropieza y cae al salir, un pie se le queda enganchado, hace ademán de levantarse… :
-No, mejor quédate ahí.
Lou sigue apuntándole y si no ha disparado aún es porque quiere algo más de información:
-¿Fue Big Joe? Vamos, ¿quién te contrató? ¿Fue Big Joe?
-Big Joe… Big Joe está muerto, amigo.
-Vaya, ¿lo has oído? Bien, bien, pues eso que nos ahorramos.
El italiano enorme que acompaña a Lou le sigue también en las risas.
***
-¿Bill, Bill Evans? Soy Wendy, de la oficina de Joe, del puerto. No, la verdad es que no.
Wendy ha colgado antes de terminar el número de la policía y ha prefiero llamar antes a algunos viejos conocidos, no ha localizado a Raoul.
-Acabo de llegar a la oficina y he encontrado a Joe… muerto. Sí, sí seguro. No, iba a hacerlo pero no sé si… Sí, bueno, me ha parecido lo correcto.
Justo ayer por la tarde...vinieron a verle un par de hombres, con acento británico. Bueno, al menos el que habló, sólo les vi un momento. Negocios, me hizo marcharme en cuanto llegaron. No sé, no les había visto antes, no parecían de por aquí. No quiero meterme en líos. Sí, de acuerdo, gracias, me quedo más tranquila, llamo ahora mismo.
4. Malas decisiones
La cara de Miguel, en primer plano, está empapada en sudor y completamente pálida mientras escucha:
-...sólo para que quede clara la situación, si aún no estás muerto es porque quiero recuperar lo que me debes, ¿lo entiendes? Hasta que saldes tu deuda harás lo que yo te diga, ahora trabajas para mí, tu culo me pertenece. Hasta que pagues o mueras, y la verdad es que empieza a darme igual:
Primero pierdes la mercancía, luego te endeudas con esos negratas que te van a romper el culo y para rematarlo lo pierdes apostando. Joder Miguel, lo único que no está claro aquí es de quién va a ser la bala que te va a desparramar lo sesos. ¿Y sabes qué? ¡Hará del mundo un lugar mejor, gilipollas!
Big Joe se muerde los puños para no dar rienda suelta a lo que le pide el cuerpo y buscando la manera de no ser la parte perjudicada en todo el desastre, aún así le cuesta contenerse, hace el gesto de levantar la mano de nuevo:
-No le des más, el chico ya lo ha entendido.
Raoul trata de quitarle hierro, bajo su punto de vista sería más sensato asumir pérdidas.
La cara de Miguel es una sábana:
-Puedo arreglarlo, lo arreglaré.
-Oh sí, por su puesto que lo vas a arreglar. Ya te arreglarás tú con los de Compton, pero lo mío va primero. Y te voy a decir exactamente lo que vas a hacer.
Hay un restaurante en Santa Ana. El jueves se juega una partida en la trastienda.
-¿Los italianos?
-Vaya, parece que sí te enteras de algo.
-Joder, no, soy hombre muerto.
-Miguel: tú ya estás muerto. Si dios todopoderoso bajara ante mis putos ojos e hiciera un milagro para salvarte la vida… aún te matarían dos o tres veces más.
Raoul interviene centrando un poco el juicio de Big Joe:
-Si sale bien tal vez puedas desaparecer… con algo de dinero en el bolsillo.
-No sin antes devolverme hasta el último puto centavo.
Anota un teléfono y una dirección de forma apresurada en una pequeña libreta sobre la mesa de su despacho, arranca la hoja y se la tiende a Miguel:
-Di que llamas de mi parte, estará avisado. Busca a tu primo o tu hermano o tu novio, ese que te acompaña en todas tus putas ruinas. Cuando hayáis terminado, limpio, te sacarán de allí. Sin muertos, sin disparos, entras, coges el dinero y te vas, ¿estamos?
Y cruza los dedos por que cubra tu deuda o vas a limpiar todas las licorerías de aquí a Santa Ana hasta que arregles tu puta cagada. El jueves. Ahí tienes la dirección.
Miguel hace el gesto de levantarse con la “receta” que le ha entregado Big Joe para solucionar sus problemas: -Y una cosa más, Miguel: ni se te ocurra jugármela o te encontraré y aplastaré como a una cucaracha. Y ahora largo de aquí.
En cuanto Miguel sale por la puerta Raoul se muestra mucho menos relajado:
-Joder, Joe, ¿la partida de Lou? ¿Es que te has vuelto loco? Creo que es la peor idea que has tenido nunca. Yo no he estado aquí. Joder, ojalá no hubiera estado aquí. De quién es el número, ¿de Bill?
-Te preocupas demasiado, seguramente le metan tres balas en el pecho a cada uno nada más cruzar la puerta. Y muerto no podrá hablar mucho, no podrán relacionarnos. Además, es cosa de Miguel, no nuestra.
-Relacionarte, Joe, relacionarte. Yo no he estado aquí.
Raoul sale de la oficina en busca de un poco de aire y deja a Big Joe sumido en sus cavilaciones.
5. Un largo vuelo
Dos hombres bien trajeados avanzan por la pista de aterrizaje hacia un jet privado al anochecer. Cada uno lleva una bolsa de deporte mediana y el más joven lleva también una maleta.
Ya en el interior la azafata sirve un vaso de whisky al mayor: -Gracias.
El mayor se dirige a su acompañante: -Intenta descansar, va a ser un largo vuelo.
-No estoy cansado.
-No, ¿eh? Pues ya es más de lo que puedo decir yo. Cansado, en realidad de todo.
Saborea un poco el whisky, mira por la ventanilla:
-De ver como los hombres persiguen sus intereses personales olvidando sus compromisos. Nunca acaba bien.
-Como Marsellus.
-Encontró su destino por otras razones, quizás. Pero no es el tipo de pecados que puedan encontrar perdón en la casa de la luz. En realidad el precio de la traición es el mismo en todas partes.
En la ciudad, iluminada, era ya de noche, pero desde el aire aún se veían algunos resquicios del atardecer que recortaban nubes para las que ya había oscurecido. Llevaban algunos minutos de vuelo viajando contra la persistente puesta de sol, una pequeña bandada de aves apareció distante a través de la ventanilla.
Apuró su whisky y miró el movimiento de lo pájaros, pensativo, revelados por los últimos estertores de la luz día.
-Algo no va bien.
Algo extraño vio en el movimiento de la bandada, cada vez más próxima al fuselaje del avión.
-¿Cómo, qué es lo que…?
El hombre joven se levantó de su asiento para identificar el problema, que en realidad era más bien una corazonada.
En seguida, el sonido de los animales impactando contra el fuselaje, mucho más fuerte de lo que cabría esperar. Y acto seguido el característico ruido de un reactor funcionando de forma intermitente hasta explotar en llamas. Poco después el otro.
La azafata, sin poder disimular la expresión de terror en los ojos, asoma la cabeza hacia la zona VIP y solicita que se abrochen los cinturones para justo después tomar asiento y cumplir con sus propias indicaciones.
El joven, aún incorporado hace el gesto de retirarse hacia su asiento para cumplir la orden cuando el mayor le sostiene con firmeza por la muñeca: -Protégelo con tu vida. Si se complica, en la basílica de St Louis estará seguro.
No suelta el brazo hasta que el joven asiente con los ojos clavados en los suyos. En seguida se abrochan los cinturones y ven la mitad de una de las alas desprenderse violentamente con un crujido seco contra el sentido de la marcha a la vez que crece una bola de fuego: ¡En St Louis, habla con el padre Nathan!
El hombre joven aún tiene tiempo de coger la bufanda oscura del mayor, pasar una soga bajo el mango del maletín y los dos extremos por el interior de ésta, enrollando el sobrante en la mano y el brazo apretando con fuerza, mientras pierden altura, preparándose para el impacto.
El vaso, ya vacío de whisky, rueda y cae contra el suelo partiéndose en pedazos mientras crece el zumbido del aeroplano en su descenso y empieza a sonar The house of the rising sun intepretada por The ventures.
6. El conductor
A Lou le ha durado poco el buen humor por la muerte de Big Joe, Bill está de rodillas, al lado del agujero en el desierto que será su tumba:
-¿Te lo ordenó Big Joe? ¡Responde!
La culata del 45 de Lou se estrella contra la frente de Bill.
-Yo… sólo soy el conductor.
Lou amartilla el arma y un zumbido que parece venir de todas partes empieza a crecer.
-¿Qué es eso?
-¿De dónde…?
Se giran y ven un jet en llamas que pierde altura y toma tierra tras la pequeña colina con estruendo.
-¡Hostia puta!
-Lou, esto se va a llenar de polis en minutos. ¿Qué hacemos?
-No sé, ¡déjame pensar!
Lou da pasos en una y otra dirección con el arma amartillada. Empieza a sonar Hit theroad Jack de Ray Charles.
Bill aprovecha la confusión para dar un par de zancadas y dejarse caer rodando por un pequeño terraplén, en cuanto se quieren dar cuenta ya está a 10, 20, metros.
-¡Joder!
-¡Hijo de puta, se escapa…!
-¡Mierda, lo estoy viendo!
Lou dispara un par de veces, con más rabia que puntería, sin tener del todo claro si le interesa acertar.
-El muy cabrón…
-Déjalo, ya le cogeremos. Vámonos.
7. Santa Ana
-¡Qué hijos de puta! Se presentan en la partida de Lou con una UZI y limpian la mesa, la caja, los bolsillos, todo. Para una puta vez que iba ganando. La verdad es que prefiero no hablar de ello.
-Bueno, lo importante es como termina.
-Ya, pues díselo a esos payasos. No les doy ni dos semanas. Voy a mear, ponme otra Mike.
Al poco entra Raoul por la puerta devolviendo a la escena de la entrega anterior:
-Qué hay, Mike. Lo de siempre.
Suena de fondo It’sall over now baby blue de Marianne Faithfull, en el escenario anta una rubia con un vestido azul.
***
Rubén y Miguel están en el asiento de atrás preparando los últimos detalles del plan maestro de Big Joe. Bill, al volante, ve como el polvo blanco se desparrama por la tapicería. El trabajo, si ya pintaba mal, tiene cada vez peor aspecto.
-Síii, ahora sí. ¿Vamos?
-¿No os vais… a tapar la cara con algo?
-¿Qué? ¿Para qué?
-Bueno, no sé, ¿para que no os puedan reconocer?
-¡Bah! Será tan rápido que ni nos verán, ¡entrar y salir!
-Eso, ¡entrar y salir!
Bill los ve tan entusiasmados que es incapaz de poner un pero:
-Ok, cuanto más rápido mejor. Acabemos con esto.
Empieza a sonar Soulsacrifice de Santana.
-¡Vamos, vamos!
-Venga, ¡vamos!
Miguel lleva una UZI y Rubén un pequeño revolver del 32. Cuando ya han doblado la esquina Bill baja del coche sacudiendo la cabeza a cerrar una puerta que han dejado medio abierta. Parece imposible que pueda salir bien.
Ya es tarde y sólo quedan ocupadas un par de mesas, después de algunas pequeñas complicaciones con la puerta entran en tromba al local:
-¡Quietos, todos quietos!
-¡Las manos arriba! ¡Arriba! ¡Y contra la pared!
-¡Voy para adentro, Rubén, tú con ellos!
Un italiano enorme está detrás de la barra con las manos levantadas esperando un descuido para meter la mano bajo el mostrador. Miguel se lanza por un corto pasillo poco iluminado que da acceso a los servicios y tras una puerta cerrada a la trastienda. Lou ha escuchado movimientos extraños en el local y se levanta para comprobar que todo marche bien.
Miguel abre de golpe la puerta que le golpea en la cabeza y lo hace retroceder:
-¡Atrás! ¡Todos quietos!¡Quietos! Las manos, quiero ver vuestras manos… eso es…
-Lou, ¿qué cojones es esto?
Tim se está poniendo de muy mal humor. Arch se lo toma con más flema:
-Pues… parece una atraco.
Lou se excusa elevando las manos:
-No tengo ni la menor idea de qué va esta historia.
Winston intenta aclarar la situación:
-Eh, muchacho, ¿sabes de quién es esto?
-A callar, cerrad las putas bocas y poner toda la pasta en la mesa, toda junta. ¡Las carteras también!
-Oh, joder.
Larry protesta pero va cumpliendo sin mucha prisa con la petición. Winston sacude la cabeza mientras acata la orden y sonríe: -Oh, amigo, estás de mierda hasta el cuello…
Lou pone las cosas en su sitio además de la cartea encima de la mesa:
-Cógelo, pero no vivirás para gastarlo.
-¡Eh! Despacio con las manos, eso es, eso es…
Miguel apunta alternativamente a cada uno de ellos agarrando la UZI con las dos manos y aún así no deja de temblar.
-Joder, miradlo, pero si está cagado.
Tim no está muy a gusto con la idea de dejar que un gilipollas se lleve su dinero.
Lou levanta el dedo de una de las manos que tiene en alto admitiendo:
-Nunca apuestes contra un temblor.
-¡Cállate, joder! Y ahora…
La carteras y una pequeña montaña de billetes están en el centro de la mesa.
Arch ve en seguida el problema de Miguel:
-¿No has traído una bolsa?
-Aquí hay una.
Todas las miradas se clavan en Larry que responde con un: -¿Qué?
-Eso, ponlo, ponlo ahí, muy bien…
-Eso Larry, y ponle también un lacito.
Es posible que Lou quiera perder a Larry de vista por un tiempo.
-Bien, ok… caballeros, un placer, ¡buenas noches!
-¿Buenas noches? Será hijo de puta…
Lou piensa en quien puede ser tan imbécil para hacer lo que Miguel acaba de hacer.
-¡Ves pensando un epitafio, hijoputa!
Miguel escucha las palabras de Winston ya en el pasillo.
Arch asume rápido la situación:
-Lou, espero que no quieras cobrarnos la cena…
Todos se descojonan.
-Bueno, ¿dónde estábamos… antes de la interrupción?
Tim prefiere actuar como si no hubiera pasado absolutamente nada.
A Lou le parece buena idea:
-Creo que tengo unas fichas por alguna parte...
-No sé, creo que hablaba Arch… pero joder, ¿os podéis creer lo que acaba de pasar? Esta ciudad se va a la mierda…
-Quizás sea un cliente descontento, Lou.
-Disculpad, no sé que cojones… me enteraré, me enteraré de quién es el tipo… y él se enterará de quién soy yo, no os quepa duda.
Empieza a sonar Satisfaction Guaranteed de The morning reign. Y con esas palabras se dirige al salón para ver qué ha sucedido mientras el resto sigue:
-Hijo de puta, ¿Cuánto se puede haber llevado?- plantea Tim. Winston lo tiene más claro:
-Más de lo que podrá gastar, seguro.
8. Locuras
Suena Slinky de LinkWray. La cámara se pasea por los restos de un avión en llamas con el fuselaje casi partido en dos y con el morro empotrado en una formación rocosa. El piloto, muerto. El copiloto, muerto. La azafata, ¿dónde está la azafata? Bill recorre los restos del avión que, estrellándose, acaba de salvarle la vida. Ni rastro de pasajeros, apenas del mobiliario. Levanta la cabeza y mira a su alrededor, localiza uno de los asientos.
Poco más allá, un hombre trajeado, tirado bocabajo, que parece inconsciente, con una maleta aferrada a la mano. Suena State of mind de Move. Bill observa la escena, sus ojos se clavan en la maleta. Exactamente igual a la que tuvo hace unos días en las manos y que le costó un tiro, algunas puñaladas y diversas magulladuras. Que a su vez hizo que Lou y su matón lo metieran en un maletero.
La mira unos momentos. La separa un poco, los dedos que sostienen el mango ceden y una bufanda fina y oscura se desliza por el brazo inerte, la aparta un poco e introduce la combinación que conoce.
Pone los pulgares sobre los cierres, los presiona un poco para elevarlos...y los resortes ceden con un ¡clac!
Empieza a sonar I never loved her de The starfires.
Ha de ser la misma puta maleta. Empieza a levantar la tapa pensando como podría ser siquiera posible, recuerda las palabras de Wendy sobre la última visita que recibió Big joe, vuelve a mirar el traje del cuerpo tumbado sobre el suelo a su lado.
Una luz empieza a asomar por la rendija de la maleta al abrirse hasta que finalmente ilumina la cara de Bill con expresión contrariada. La cierra y rueda hacia un lado, sentado sobre el suelo, con los codos sobre las rodillas y baja la cabeza: ¿cómo cojones puede ser?
***
Suena Rebel rouser interpretada por Duane Eddy. El desierto de Mojave en un plano general. A lo lejos en el horizonte se ve como el calor acumulado en el suelo juega a retorcer la luz. Entre el flujo de ondulaciones va apareciendo un rostro desencajado, corriendo bajo el sol. El elegante traje se ha convertido en un camisa medio desgarrada y pantalones rotos por varios sitios.
A medida que se va dibujando la figura de un hombre mayor sobre el horizonte también lo hacen las de sus perseguidores. Un par de caballos y todoterrenos. Disparan por diversión.
***
-¿Raoul? ¡Joder! ¿Dónde te metes?
-Eh, eh, ¿qué entiendes tú por retirarse? ¡No debería estar cogiendo ni el puto teléfono!
-Qué te dijo Antwan.
-¿Que qué me dijo…? Oye, para, ¿de qué va esto? ¿A qué viene eso ahora?
Raúl está en el bar de una piscina en un resort en Florida, con una camisa hawaiana hortera dentro de la liga de camisas hawaianas horteras, gafas de sol y sombrero de paja, sosteniendo un cóctel con una sombrillita.
-¡Es importante, joder! Qué te dijo exactamente.
-Mira Bill, hay mierdas de las que es mejor alejarse. Cuanto antes.
Da un sorbo largo, la risa de Bill al otro lado suena indescifrable.
-Alejarse, claro. ¡Siempre que eso sea posible!
Empieza a sonar de fondo I try! de The young tyrants.
-¿Qué quieres decir? Aún no sé a que viene todo esto.
-Mira, no tengo tiempo de explicártelo todo. La cuestión es que vuelvo a tener esa puta maleta delante de mí.
-¿Qué?
-Mira, aquí está pasando algo raro de cojones. Por eso necesito que me digas…
-Sí, sí, Antwan
-Eso es.
-Dijo que… oye, tampoco pondría la mano en el fuego por Antwan, ¿sabes?
-¿Qué cojones dijo?
-Diablos, vudús y mierdas raras. ¿Quieres mi consejo? Coge el dinero y corre.
Empieza a sonar Vodoo child de The Jimi hndrix experience.
-¿Qué puto dinero?
-Joder Bill, es una forma de hablar, yo de ti me alejaría de esa mierda. Hay gente muy colgada.
-¿No has oído lo que te estoy diciendo? Ella ha venido a mí.
-¿Qué? Oye, ¿estás oyendo cómo suena eso? Empiezas a hablar como Antwan. ¿Sabes qué? Casi mejor te doy su número. Pero a mí no me mezcléis en esas mierdas.
***
Algunos golpes de tos hacen moverse el cuerpo en el suelo junto a Bill que se ve obligado a improvisar:
-Amigo, ¡amigo! ¿Se encuentra bien? Es un milagro que haya sobrevivido.
-¿D...dónde...?
-El avión, se ha estrellado. Ha tenido un accidente de avión. Yo me salí de la carretera al verlo con mi camioneta… y bueno, a pesar de todo he podido acercarme hasta aquí, dentro de poco llegará algo de ayuda.
-¿...dónde… dónde está la maleta?
-Ah, su maleta. Ahí, ahí la tiene. Parece que ahí está.
Mira con cierta desconfianza a su supuesto salvador aunque las diversas heridas que presenta parecen encajar con sus palabras.
-¿Y el resto?
-Muertos, los pilotos están ,muertos. No había nadie más.
Jeremy se incorpora empezando a tomar conciencia de la situación:
-¿Dónde estamos?
-En el desierto de Mojave. Entre Los Angeles y Las Vegas, como a unos 100 km de la civilización en cualquier dirección. Hacia allí 200. Puede que la ayuda tarde un poco en llegar.
-Necesito llegar a St Louis.
-¿St Louis, Missouri? Amigo, estamos en la frontera con Nevada, eso está a más de 2000 km.
-¿Seguro que no había nadie más?
Otea los alrededores:
-Viajaba con un hombre, también había una azafata.
-No sé, quizás salieran despedidos en algún momento de la colisión. Es difícil pensar que puedan haber sobrevivido a un impacto así, es usted afortunado.
-Ya bueno, yo no tengo esa impresión.
El acento de Jeremy era claramente británico.
-Oiga, la camioneta que mencionó…
Bill sacude la cabeza en forma de negativa.
-Me temo que está algo más que averiada, por eso me he acercado a esperar que llegue algo de ayuda, es lo mejor que podemos hacer.
-Ya, y usted vino ¿de? ¿qué dirección?
Bill señala con el dedo con gesto serio recordando el maletero:
-Por allí. Su amigo podría haber caído… por allí detrás.
Bill señala al este, a noventa grados de donde ha señalado antes.
-Entonces St Louis está por allí.
Jeremy señala en la dirección opuesta y Bill le mira sorprendido:
-Eh... supongo que sí, pero no creo que quiera ponerse a caminar por el desierto. Y más en su estado, no sobreviviría, tras un accidente así. Aunque lo cierto es que no conozco demasiado la zona, estaba sólo de paso. De camino a Las Vegas, ya sabe.
Jeremy se quita un poco el polvo mientras piensa que camino tomar.
-Ahora que lo pienso puede que haya una reserva india en esa dirección. Tal vez no sea tan mala idea ir a buscar ayuda.
Bill se levanta cojeando un poco mientras Jeremy lo observa:
-Sí, no he tenido suerte últimamente. Por allí debería haber una carretera, tal vez podamos parar a alguien, ¿vamos?
9. La caza
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Soñaba estar bajo el pie de un dinosaurio que cada ve le aplastaba más sobre la tierra. Abrió los ojos, a esos centímetros del suelo, respirando el polvo del desierto bajo sol. Aún estaba atado a su asiento con varios golpes, alguna quemadura y una fractura abierta en el brazo izquierdo.
Lo que le aplastaba era el peso de asiento, que dificultaba su respiración y un tipo que parecía enorme con la cabeza a ras de suelo le pateaba las costillas y presionaba con la suela de sus botas. Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí.
Suena Avenida de laluz de Loquillo y los trogloditas.
-Eh, amigo. ¡Amigo! ¡Despierte!… eso es… arriba… ¡Arriba!… a la camioneta.
-¿Qué?
-¡A la camioneta!
Se deshizo como pudo del cierre del cinturón de seguridad, lo que vio al elevar la cabeza fue la silueta de un tipo con un rifle apoyado en la cadera. Algo más allá una camioneta con varias personas dentro, amordazadas, ojos vendados, manos atadas a la espalda.
-¿Qué es esto?
-No me haga repetírselo: suba a la camioneta.
Se levantó para tratar de cumplir la orden pero cayó al suelo con un grito de dolor. El tobillo había recibido también un buen golpe.
-John, échame una mano con éste.
Otro hombre sale del asiento del conductor, lo levantan por las axilas y lo dejan caer contra el resto. Empujan las piernas y suben el cierre:
-¿Lo encintamos?
-No hace falta, éste no creo que vaya muy lejos. Además ya estamos aquí al lado y vamos tarde. Vámonos.
***
Un hombre vestido de cura, camisa negra, pantalón negro y alzacuellos está tumbado en la cama bien hecha de una parca habitación. Una silla, un escritorio, un armario y un crucifijo. Sobre la mesa hay una jarra con agua. Está ojeando una pequeña biblia mientras fuma un cigarro, utilizando el vaso de cenicero, cuando llaman a la puerta:
-¿Padre Nathan? Una llamada urgente.
Frunce un poco el ceño, deja caer el libro sobre el pecho, da una calada más al cigarro y lo deja caer en el vaso. Caminan algunos pasillos y atraviesan el claustro iluminado por las estrellas hasta unas dependencias con aspecto de oficina. Le muestran una mesa con un teléfono descolgado. Se sienta en la mesa con un pie en el suelo y recoge el auricular:
-¿Sí?
-El emisario no va a llegar. Se perdió contacto con su vuelo sobre el desierto de Mojave… hace casi media hora.
-Entiendo.
-Le pido que maneje este asunto con la mayor discreción, dada su prioridad.
-Por supuesto, le mantendré informado. Me pongo en camino.
Mira un momento su reloj y busca con la mirada al hermano que le ha dado acceso a la oficina, y que ahora le observa con una expresión anodina de funcionario:
-Voy a necesitar un coche. Uno rápido.
Al poco un mercedes negro, discreto en el exterior, sale quemando ruedas para ponerse a 300 en pocos segundos. La expresión del funcionario eclesiástico sigue igual de impertérrita mientras lo ve alejarse. Mientras arranca suena Nice day to go to the pub de Cosmic Psychos.
***
Dos hombres caminan por el desierto en la madrugada. Bill aún más renqueante que Jeremy.
-Tiene gracia, a juzgar por nuestro estado… parece que haya sido yo el que ha caído de una avión y usted sólo… ¿no está cansado? ¿Quiere que le lleve la maleta?
La mirada de Jeremy es siempre severa:
-Estoy, bien gracias.
-Disculpe que le pregunte, pero me puede la curiosidad, veo que no se separa de esa maleta ni para mear, ¿le puedo preguntar qué hay dentro?
-Nada de su incumbencia.
-Oh, vale, vale, sé captar una indirecta.
-¿Seguro que es por aquí?
-Espero que sí.
Suben a una pequeña loma y a lo lejos se ven luces en el valle de lo que debería ser la reserva india.
-¿Ve? Se lo dije, vamos por buen camino.
-Ni rastro de la carretera.
-Me debo haber desorientado, pero no tardaremos mucho más.
Bajan poco a poco por la pendiente mientras se dibujan las primeras claridades en el horizonte, suena Enough of what I need de The stoics.
***
La camioneta se reúne con otro todoterreno con remolque, las puertas se cierran con estruendo y los ocupantes bajan del vehículo:
-¡Phil! !No te vas a creer lo que uno se encuentra en el desierto!
-¿Todo en orden?
-Sí, señor. Y con sorpresa, hemos encontrado uno más.
- Y por el mismo precio. Debe de ser del avión estrellado.
Phil revisa la parte de atrás de la furgoneta, incrédulo, tras el cristal de espejo de sus gafas de aviador. La única presa con los ojos descubierto viste un chaleco oscuro con camisa blanca y se ha anudado la corbata dando varias vueltas en el antebrazo izquierdo, tras reducirse la fractura.
-No está encintado.
-No queríamos haceros esperar más…
-¿Habéis visto a otros, os ha visto alguien?
-Negativo.
-Bien. Avisa por radio, que los controles estén atentos.
Perry baja de la camioneta de Phil y se une a ellos:
-¿Va todo bien?
-Oh, por supuesto. Incluso mejor aún. En vez de cuatro serán cinco.
-Ah, fantástico. Fantástico. ¿Cuándo empezamos?
-Tenemos aquí a las presas, solemos darles un par de horas de ventaja.
-Estupendo. Se ha hecho algo tarde, ¿qué tal una hora?
-Una hora entonces, ¡Max, bájalos!
Son dos parejas jóvenes de hombre y mujer, blancos y negros.
Están en fila como en una formación militar, aún con los ojos y las bocas tapadas, manos y tobillos atados.
Phil habla mientras camina frente a ellos acompañado de Perry que los supervisa, se oyen algunos gemidos:
-Señores… y señoras, que sepan que hoy van a ser cazados. Se les dará... una hora de ventaja y un cuchillo de supervivencia a cada uno. Bien, si no hay más preguntas...
Max y Walter hacen de azafatas de este absurdo concurso y van poniendo los cuchillos en las manos a la espalda de los obligados participantes.
-Y ése debe ser el nuevo, ¿no? Lástima que sea tan viejo, no llegará muy lejos.
Perry lo examina con curiosidad.
Max pone su manos sobre el hombro del británico:
-Para ti no tengo cuchillo, eso te pasa por llegar el último.
Perry lo escucha y propone una variante:
-¿Qué tal si lo hacemos un poco más interesante?
Mete la mano dentro de la americana y saca un revolver con la culata en dirección al hombre con los ojos descubiertos mientras fija su mirada en Phil, interrogándole a modo de desafío:
-Uhhh… ya veo que quiere divertirse.
Phil coge el revolver y lo examina.
-Está bien, pero no tan interesante.
Vacía todas las balas del tambor, se queda con una que eleva mostrándosela a Perry y la vuelve a introducir. Hace girar el tambor y se lo entrega al hombre del chaleco que lo recibe con la misma mano en la que lleva la chaqueta, algo más confuso aún.
-¿Empezamos, entonces?
-Será divertido, vamos allá.
Perry saca un 45 de debajo del otro brazo, en el lado que lleva colgado el rifle.
-Walter, Max, las cintas.
Las azafatas hacen los honores, depilan unas cuantas cejas y cortan las ligaduras de los tobillos:
-Venga, a correr.
Empieza a sonar Psycho a Go-Go de The sonics.
-¡Bienvenidos al infierno!
-¡Corred! Corred, por vuestras putas vidas…
-¡Perderos, hijos de puta!
Suena algunos disparos al aire.
-¡Hacia allí, hacia allí, imbécil!
Los dirigen en el sentido deseado con algunos disparos de rifle al suelo y no tardan en dispersarse y perderse en la distancia.
-Una hora. ¿Un café, una copa?
-Por qué no. Café, gracias.
Perry parece animado y satisfecho con el servicio.
10. Dios los cría y el diablo los junta
Un hombre se detiene a repostar en una gasolinera muy tarde en la noche. Se dirige a la ventanilla a pagar.
-Bonito coche, amigo.
Gira el cuello desde la camisa negra, ya sin el alzacuellos, y mira al vehículo estacionado junto al surtidor que le ha llevado hasta allí.
-Es mejor bajo el capó.
Deja algunas chocolatinas y refrescos sobre el asiento del copiloto y después de una breve llamada retoma la marcha al son de Loving you sometimesde The outcasts mientras mastica un par de pastillas que empuja con algunos sorbos de refresco.
***
-¿Antwan? ¿Antwan Rockamora? No nos conocemos, soy un amigo de Big Joe… acompañé a Raoul el otro día cuando fue a verte...con la maleta. Sí, esa maleta.
Antwan, al otro lado de la línea, suena bastante desconfiado.
-Lo siento Bill, no creo que pueda decirte mucho más de lo que ya le dije a tu amigo.
-Antwan, le entregamos la maleta a Big Joe. Ahora está muerto. Y me he vuelto a cruzar con esa maleta en mitad del desierto. ¿Qué mierda está pasando aquí?
-¿Lees la biblia, Bill?
-¿La biblia?
-No es lo que te quiera contar, Bill, es lo que puedas comprender. No sé por qué te has vuelto a cruzar con esa maleta, las coincidencias existen... ¡dios existe…¡ Y los demonios también. Yo en tu lugar me mantendría alejado, es peligrosa.
-Eso intento, joder. Pero necesito saber qué es lo que hay dentro.
-¿Lo has visto?
-Joder, claro que lo he visto.
-Bueno, espero que te traiga más suerte que a mí. Yo de ti haría como si no y me olvidaría de todo el asunto, no tienes nada a ganar en esto.
-¡Joder, Antwan!
-Rezaré por ti, Bill.
Antwan cuelga el teléfono dejando a Bill con más preguntas que respuestas.
-¡Joder!
Bill golpea la cabina con el auricular pese a tratar de contenerse.
-¿Problemas con el seguro?
Jeremy aparece con algunos vendajes y su inseparable maleta, les han atendido de forma improvisada en la clínica de la reserva.
-Bueno, supongo que ahora entiendo por qué era tan barato. Y usted, ¿ya ha encontrado como llegar a St Louis?
-Precisamente quería hacer unas llamadas.
-Por supuesto, todo suyo.
***
-¡Qué sea la puta última vez! ¿cómo se os ocurre?
Max aguanta el chaparrón:
-No sé, Phil, parecía buena idea.
-Buena idea hubiera sido meterle una bala entre las cejas. ¿Por qué crees que los sedamos?
-Es un viejo con un brazo hecho mierda, no llegaría ni a la vuelta de la esquina.
-Ni una puta sorpresa más, ¿entendido?
-Sí, señor.
-Y lo que nos faltaba es que el gilipollas ese le diera un arma. Id con mucho cuidado.
-Vamos, Phil, lo más seguro es que la use para pegarse un tiro. Yo es lo que haría.
Max responde a la afirmación de Walter simulando el gesto con el dedo entre risas cuando Phil ya les ha dado la espalda.
-Ya veremos. En media hora nos ponemos en marcha, preparad los caballos.
El horizonte se refleja en sus gafas de sol mientras suena Cry a little longer de Thegrodes.
11. Jugando con fuego
Bill escucha apoyado en una esquina, con naturalidad pero oculto, mientras Jeremy pregunta en el mostrador de la clínica por la iglesia de la reserva tras terminar con la cabina.
Después sale por la puerta y Bill deja pasar algunos instantes para seguir sus pasos. Nada más salir por la puerta Jeremy le rodea el cuello con el brazo y presiona con el otro en ángulo recto:
-¡Se acabo la farsa! ¿Quién cojones eres?
-B...Bill… Bill Evans.
-¿Dónde tienes la cartera?
-En el bolsillo de atrás...del pantalón.
Jeremy libera por un momento el brazo vertical, busca con una mano el permiso de conducir.
-¡No te muevas o será peor!
El nombre es el que figura en el documento:
-Bien, no sé quién cojones eres, Bill Evans, pero no vuelvas a acercarte a mí. Espero que haya quedado claro.
-Joder, amigo… no sé qué mierda tienes en la cabeza pero no es lo que te imaginas…
Jeremy arroja a Bill al suelo, recoge la maleta y desaparece con grandes zancadas en dirección a la iglesia mientras Bill se friega el cuello para hacer volver algo de oxigenación.
Será muy difícil evitar que Jeremy lo oiga entrar en la iglesia… la solución obvia es… entrar primero. Dando un rodeo sin que le vea. Empieza a correr como alma que lleva el diablo mientras suena You lie de The lynx.
***
-¡Buen disparo!
-Uuuuh, sí.
Max y Walter hacen también de animadoras mientras Phil supervisa la operación y Perry obtiene aquello por lo que ha pagado.
-Eh, no ha estado mal- se reconoce Perry a sí mismo. Bueno, todavía queda el anciano, ¿no?
Mira la hora: -Creo que me dará tiempo.
-Ha ido por allí- señala Walter
-Vamos a por él.
Por algo a Phil no le gustan las sorpresas.
Al poco le están dando caza al son de Rebel rouser interpretada por Duane Eddy.
No hay mucho sitio donde esconderse pero logra encontrar cobertura tras unas rocas que obligan a la batida a hacer un giro cerrado y pararse a escrudiñar cada piedra:
-¡Vamos, sabemos que está ahí! ¿De qué tienes miedo?
Están detenidos esperando ver por donde asoma la cabeza.
-Recordad que tiene una bala.
-Sí, tal vez pueda tener la cortesía de ahorrarnos el trabajo.
Walter y Max vuelven a reír hasta que una bala atraviesa el cráneo de Max a través de la cuenca ocular.
-¡Coño! ¡O ha sido un golpe de suerte o el tipo es bueno!
Phil está sorprendido a la vez que impresionado, ni nervioso ni afligido.
-¡Pues menos mal que no le hemos dejado las seis balas!
Perry está emocionado con el nuevo reto.
-Walter por favor, podrías…
El cuerpo de Max aún presenta algunos espasmos en una pierna fruto del daño cerebral sufrido.
-¿Eh?
-Súbelo a la furgoneta. Gracias.
Perry sigue con su macabro juego:
-Se esconde bien el condenado.
-Ya sólo es cuestión de paciencia- sentencia Phil mientras escruta las rocas en busca de algo que se mueva.
Están tan obcecados buscando a su presa que cuando notan el olor a gasolina del charco que empieza a acumularse bajo sus pies apenas tienen tiempo de girarse.
En la parte de atrás de la camioneta, al lado de los cadáveres de Max y Walter, junto a unos bidones de gasolina vacíos bajo una manta, una chica vestida de azafata, con las medias y el uniforme destrozados y cubierta de sangre enciende una cerilla. No querría que se apagara al entrar en contacto con el líquido en el suelo por el golpe, la sopla para que prenda la madera con la dulzura del primer beso. Y la deja caer. Suena A little bit of soul de The music explosion.
Los dos hombres envueltos en las llamas intentan huir del foco de calor que les está consumiendo olvidándose hasta de las armas, entre gritos agónicos, intentan rodar por el suelo. Un hombre curtido sale de entre las rocas con una camisa blanca desgarrada y empuñando el revólver por el cañón y el tambor deshace la culata en la cabeza de Phil sin el más mínimo rastro de humanidad.
Perry ha llevado la peor parte, ha apagado las llamas rodando pero se encuentra boca arriba con los brazos y dedos en una posición extraña coo resultado del efecto del fuego sobre los tendones. La chica baja de la camioneta y camina despacio hacia él con una hacha que parece aún más grande en sus manos.
Descalza, llena de magulladuras, con las medias rasgadas y restos del maquillaje repartido como un revoltijo por toda la cara, se sitúa a su lado, apenas puede moverse y sólo tiembla un poco. Al verla hace un amago de risa: -C...coño...¿una azafata?
Levanta el hacha con las dos manos y la deja caer con un golpe seco contra su frente:
-No olvide despejar... la salida de emergencia.
El caballero británico se acerca a ella poco a poco, la rodea con el brazo y empieza a liberar toda la tensión acumulada: -Vaya vuelo de mierda, eh.
Busca su mirada inclinando un poco hacia abajo la cabeza:
-Creo que en el futuro… elegiré pasillo.
Suena In the morningde Bobby and the farraris.
***
Bill está agazapado, sudando por cada poro de su piel, en el rincón más oscuro de la iglesia que ha podido hallar. La distancia ha sido la suficiente como para poder sacar bastante ventaja a Jeremy.
No tarda mucho en hacer sonar los goznes de la puerta, toma asiento en un banco, deja la maleta a un lado y parece rezar o tal vez sólo descansar. Es el único momento en que Bill lo ha visto relajado. Es el momento.
Bill busca en el bolsillo de su cazadora y saca una pistola de plástico de color naranja cargada con una gruesa bengala. Suena My house de TheBaytovens.
Camina muy despacio, sacrificando toda la velocidad para no hacer ningún ruido. Si Jeremy abriera los ojos en ese preciso momento… Acelera en el último tramo y coge la maleta retrocediendo unos pasos y apuntando a Jeremy cuando éste ya está de pie apuntándole a él.
-Es una muy mala idea.
El tono de Bill cuando contesta ya no es el de la farsa anterior:
-No lo quiero. Pero necesito saber qué es.
-Joder ¿qué es eso? ¡Si ni siquiera es un arma!
-¿No? ¿Quieres ver que tal sienta una bengala clavada en el puto pecho?
-¡No son asuntos de tu incumbencia! ¡Suéltala y vete!
Bill sonríe ante lo surrealista de la situación:
-No lo entiendes, es que necesito una expl…
-Les ruego que guarden esas armas. Estamos en la casa del señor.
-¡¿Quién coño es este tío?!
Bill se refiere al hombre vestido de negro que acaba de aparecer bajo el altar sin que ninguno de los dos lo vieran.
-Soy el padre Nathan. Y tengo lo que ambos buscan. Bajen las armas, por favor.
Ambos parecen dudar, Bill hace un pequeño amago pero finalmente deja el brazo del arma paralelo al cuerpo, exhausto. Jeremy la baja de forma continua pero algo más despacio.
El hombre de negro continúa:
-Eso que usted tiene… no le pertenece. Ni siquiera lo comprende.
Bill lanza la maleta al suelo, exhausto:
-¿Qué es eso?
El padre Nathan sonríe bajando la cabeza:
-¿Lee usted…?
-¿La biblia? No. Es la segunda vez que me lo preguntan hoy.
Nathan sigue sonriendo, aún, de manera bastante extraña. Como contemplando una pequeña broma del destino.
-Le iba a sugerir un clásico reciente de la literatura inglesa, RL Stevenson. Tiene un relato llamado “El diablo en la botella”, léalo.
El padre Nathan se agacha para recoger el maletín con cara de estar recogiendo una cagada de perro. Ya en pie con la maleta en la mano se dirige a la salida junto a Jeremy, se detiene y se gira un momento:
-No se crea todo lo que lea, pero puede empezar por ahí.
Ah y una cosa más.
No está de más… saber lo que dice la biblia.
Aunque sólo sean… ya sabe, tonterías.
Hace un gesto extraño con la mano a la altura de la cabeza y desaparece por la puerta.
-Buenos días, señor Evans.
Y tras Jeremy se cierra la puerta antes de que Bill pueda cerrar la boca.
Suena I heard it through the grapevine de Creedence clearwater revival.
***
Se ve a Nathan desechando la maleta frente al maletero y abriendo un cofre viejo, muy trabajado con una llave grande. No se ve lo que introduce pero tira un trozo de tela oscura encima y lo cierra.
El siguiente plano es del interior de la basílica de St Louis, centrado en el rosetón mientras lo atraviesa la luz. Alguien camina con el cofre y alguien lo recoge. Un bondadoso sacerdote con cara de no haber roto nunca un plato ni enterarse de nada, un poco gangoso, pide por teléfono“un correo especial a la santa sede”, para St Louis.
La fachada de la basílica de St Louis mientras suena la versión de Lucas King de Thehouse of the rising sun. La cámara se aleja como desde un vuelo de paloma o sobrenatural.
***
Gran Maestre, el correo especial de St Louis.
-Oh, vaya. Nunca entenderé como pueden extraviarse estas cosas.
Su actitud, harto descreída, denota más desdén que otra cosa.
El anciano abre la caja y extrae una botella panzuda con el cuello muy largo, con un contenido blanquecino por el que flota un extraña luz que pareciera ser de fuego y sombra.
Se dirige a una pared con diversas casillas metálicas hechas a medida, con el aspecto de tener varios siglos, si no milenios, y con una cierta estructura jerárquica.
Una grande arriba, otras tres más pequeñas abajo y muchas otras de diversos tamaños y formas en diferentes constelaciones, unas celdas llenas y otras vacías. Coloca ésta en el hueco a la izquierda de las tres mayores:
-Astaroth. Después de 700 años… Cuánto tiempo.
La cámara toma el lugar de la botella y se cierra la puerta dejándola a oscuras. Se oye el ruido de tres vueltas de candado.
Créditos mientra suena My girl Josephine de Sandy Nelson.
13. Epílogo
-Usted es Raoul, ¿no?
-Sí, soy yo.
Se levanta el gorro de paja para ver al empleado desde la tumbona.
-Tiene una llamada a cobro revertido del señor Bill Evans, ¿desea aceptarla?
-Sí, claro.
Empieza a sonar Let there be drums de Sandy Nelson.
-¿Quién es Bill Evans?
Sarah se da la vuelta y se despereza un poco.
-Por aquí, por favor.
El empleado le muestra el camino al teléfono.
-Ehh… un amigo.
Responde Raoul mientras se aleja.
-¿Y cómo tiene este número?
***
-Más grande. Más grande. Más.
-Tres líneas.
-¡No! Quita lo de “en Mojave” y deja sólo lo de “cacería humana”.
-Ok... ¿así?
-Perfecto.
El empleado le mira con expresión de hastío.
-¿Qué?
-De verdad disfrutas con esto, ¿no?
-Sólo en la medida que confirma mis tesis. El mundo se va a la mierda Frank, se va a la mierda (mirando a cámara). Envíalo.
Bonus track: Teen beat de Sandy Nelson.
***FIN***
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