sábado, 26 de octubre de 2024

PULP FICTION III

1. Noticias frescas

-Lo quiero en letras enormes. Más grande.

-Entonces se va a dos líneas.

-Pues en dos líneas. Que se vea “caníbal” desde tres metros.

-Vaya racha llevamos, la semana pasada el tipo del sótano de la tienda, ahora esto… ¿Qué le está pasando a esta ciudad?

-No creo que sea una ciudad en especial. El mundo ya hace mucho tiempo que se fue a la mierda, ya sólo queda esperar el impacto.

-Oh, señor, llévame pronto. ¿Qué tal así?

-Perfecto, envíalo.

La cámara hace zoom en el diseño de la portada de un periódico sensacionalista: “Supermercado caníbal en LA”, van sonando gaviotas de fondo. La mano de una mujer lo coge, ya como periódico, dejando ver otro ejemplar igual debajo, de una pila en un kiosko, lo paga y se lo coloca bajo el brazo mientras se dirige a su coche, suenan la noticias en la radio:

“...según se ha podido saber la policía estaría investigando una posible red criminal dedicada al tráfico de personas, tráfico de órganos y de... carne humana para su consumo… alimentario. ¿Qué opinas de eso, BJ, te animas con unas costillas para desayunar? -No, creo que no, Bob, creo que seguiré con huevos y bacon. De hecho es lo más sórdido que he escuchado, por los menos desde hace tres días, con el tipo en cuero negro viviendo en un baúl, no me lo puedo quitar de la cabeza, he tenido pesadillas con eso Bob. -Bueno, BJ creo que ya tienes con qué acompañarlas. Por nuestra parte de momento les dejamos con la previsión meteorológica…”


El coche da un par de giros y en seguida se detiene. Wendy baja con el periódico y las llaves de la oficina en la mano, al abrir la puerta sonríe ante lo surrealista de la escena. Una enorme gaviota está de pie, de perfil sobre la mesa de Big Joe. Hay corriente, la ventana está abierta.


-¿Buenos días? ¿Joe?


Avanza un par de pasos, la mesa aparece algo revuelta, da otros más y ve que otro par de gaviotas revolotean por el suelo de la oficina… sobre el cadáver de Big Joe, picoteado en las mejillas por los animales y con un profundo corte negro que le rodea todo el cuello, hay más sangre en su mano izquierda. El grito alborota a los animales, uno huye por la ventana mientras los otros dos buscan resguardo en rincones de la estancia. Retrocede algunos pasos y se detiene un momento, mira el resto de la oficina, por lo demás desierta. La cara de Wendy es más de confusión que de miedo. Se acerca de nuevo a la mesa y marca el número de la policía. Mientras hace girar la rueda del teléfono empieza a sonar K-39 de The challengers, entran los títulos de crédito.





2. La partida de Lou

-Lo veo. Veo tus diez y subo… cinco más. ¿Qué te parece?

-Hijo, me parece que si mientes siempre así de mal… debes estar soltero. Ahí van tus cinco, ¿qué tienes?

La mirada del viejo Tim te atraviesa el alma sin siquiera proponérselo.

-Pareja de sietes. ¿Me vais a dejar ganar alguna mano?

El viejo muestra la pareja de reinas que tiene en la mano y que junto a la de la mesa hace el trío:

-Seguramente sí, pero no ésta: tres reinas.

-Oh, vamos.

-Así es la vida Larry, andar antes de correr.

Lou intenta que el ambiente sea agradable, los tipos que se dejan el dinero en el tapete siempre son bienvenidos.

-¿Sabes quién corría de verdad? El tipo que intentó atracar la licorería de la esquina hace unos días, la de los chinos. Salió la hija con una escopeta tras ellos, nunca había visto correr tanto a nadie, tal vez batiera algún récord olímpico o algo.

Winston reparte mientras ánima un poco la conversación.

-En mis tiempos… no hubiera llegado ni a la mitad de la calle. Eso si con suerte hubiera salido del local. Había un tipo en Santa Fe que no abría la caja sin tener una mano en el rifle bajo el mostrador. Ahora estaría enterrado en el patio trasero…

-¿Era una licorería?

-Licorería, comestibles… ¿Qué mas da?

-Bueno, si hubieran servido comidas… el invitado siempre hubiera podido acompañar la salsa, ¿no Lou?- Arch le añade más sorna al tema.

-Ah, sí, como en aquella película… ¿como se llamaba? ¿Tomates…?

-Tomates verdes fritos- confirma Winston.

-Sí, el secreto está en la salsa- Tim recuerda la película.

-Ya veo que conocéis todos mis trucos, me temo que ya sólo puedo sorprenderos con las cartas. ¿Quién habla?

Lou regenta un pequeño restaurante italiano en Santa Ana y el primer y tercer jueves de cada mes, después de cenar, unos cuantos se reúnen en la sala de atrás, las apuestas son altas y se accede por invitación, hay pocas sillas y suelen ir viejos conocidos. Siempre está llena, se come bien y hay buen ambiente. A veces hasta aparece algún actor famoso.

 

3. Altos y bajos

Cuando el maletero se abre, con la cámara enfocando desde dentro, la cara de Lou tiene un corte en la ceja y es mucho menos amable:

-Vamos, levanta, ¡Levanta!

Lou apunta al interior del maletero con una vieja 45:

-Vamos, no voy a poner todo perdido de sangre, sal.

Bill lleva un par de horas encajonado en el maletero, tiene todas las articulaciones entumecidas además de algunos golpes serios y el labio cortado. No hay manera elegante de salir de un maletero, y menos en esas condiciones. Tropieza y cae al salir, un pie se le queda enganchado, hace ademán de levantarse… :

-No, mejor quédate ahí.

Lou sigue apuntándole y si no ha disparado aún es porque quiere algo más de información:

-¿Fue Big Joe? Vamos, ¿quién te contrató? ¿Fue Big Joe?

-Big Joe… Big Joe está muerto, amigo.

-Vaya, ¿lo has oído? Bien, bien, pues eso que nos ahorramos.

El italiano enorme que acompaña a Lou le sigue también en las risas.

***

-¿Bill, Bill Evans? Soy Wendy, de la oficina de Joe, del puerto. No, la verdad es que no.

Wendy ha colgado antes de terminar el número de la policía y ha prefiero llamar antes a algunos viejos conocidos, no ha localizado a Raoul.

-Acabo de llegar a la oficina y he encontrado a Joe… muerto. Sí, sí seguro. No, iba a hacerlo pero no sé si… Sí, bueno, me ha parecido lo correcto.

Justo ayer por la tarde...vinieron a verle un par de hombres, con acento británico. Bueno, al menos el que habló, sólo les vi un momento. Negocios, me hizo marcharme en cuanto llegaron. No sé, no les había visto antes, no parecían de por aquí. No quiero meterme en líos. Sí, de acuerdo, gracias, me quedo más tranquila, llamo ahora mismo.

 

4. Malas decisiones

La cara de Miguel, en primer plano, está empapada en sudor y completamente pálida mientras escucha:

-...sólo para que quede clara la situación, si aún no estás muerto es porque quiero recuperar lo que me debes, ¿lo entiendes? Hasta que saldes tu deuda harás lo que yo te diga, ahora trabajas para mí, tu culo me pertenece. Hasta que pagues o mueras, y la verdad es que empieza a darme igual:

Primero pierdes la mercancía, luego te endeudas con esos negratas que te van a romper el culo y para rematarlo lo pierdes apostando. Joder Miguel, lo único que no está claro aquí es de quién va a ser la bala que te va a desparramar lo sesos. ¿Y sabes qué? ¡Hará del mundo un lugar mejor, gilipollas!

Big Joe se muerde los puños para no dar rienda suelta a lo que le pide el cuerpo y buscando la manera de no ser la parte perjudicada en todo el desastre, aún así le cuesta contenerse, hace el gesto de levantar la mano de nuevo:

-No le des más, el chico ya lo ha entendido.

Raoul trata de quitarle hierro, bajo su punto de vista sería más sensato asumir pérdidas.

La cara de Miguel es una sábana:

-Puedo arreglarlo, lo arreglaré.

-Oh sí, por su puesto que lo vas a arreglar. Ya te arreglarás tú con los de Compton, pero lo mío va primero. Y te voy a decir exactamente lo que vas a hacer.

Hay un restaurante en Santa Ana. El jueves se juega una partida en la trastienda.

-¿Los italianos?

-Vaya, parece que sí te enteras de algo.

-Joder, no, soy hombre muerto.

-Miguel: tú ya estás muerto. Si dios todopoderoso bajara ante mis putos ojos e hiciera un milagro para salvarte la vida… aún te matarían dos o tres veces más.

Raoul interviene centrando un poco el juicio de Big Joe:

-Si sale bien tal vez puedas desaparecer… con algo de dinero en el bolsillo.

-No sin antes devolverme hasta el último puto centavo.

Anota un teléfono y una dirección de forma apresurada en una pequeña libreta sobre la mesa de su despacho, arranca la hoja y se la tiende a Miguel:

-Di que llamas de mi parte, estará avisado. Busca a tu primo o tu hermano o tu novio, ese que te acompaña en todas tus putas ruinas. Cuando hayáis terminado, limpio, te sacarán de allí. Sin muertos, sin disparos, entras, coges el dinero y te vas, ¿estamos?

Y cruza los dedos por que cubra tu deuda o vas a limpiar todas las licorerías de aquí a Santa Ana hasta que arregles tu puta cagada. El jueves. Ahí tienes la dirección.

Miguel hace el gesto de levantarse con la “receta” que le ha entregado Big Joe para solucionar sus problemas: -Y una cosa más, Miguel: ni se te ocurra jugármela o te encontraré y aplastaré como a una cucaracha. Y ahora largo de aquí.

En cuanto Miguel sale por la puerta Raoul se muestra mucho menos relajado:

-Joder, Joe, ¿la partida de Lou? ¿Es que te has vuelto loco? Creo que es la peor idea que has tenido nunca. Yo no he estado aquí. Joder, ojalá no hubiera estado aquí. De quién es el número, ¿de Bill?

-Te preocupas demasiado, seguramente le metan tres balas en el pecho a cada uno nada más cruzar la puerta. Y muerto no podrá hablar mucho, no podrán relacionarnos. Además, es cosa de Miguel, no nuestra.

-Relacionarte, Joe, relacionarte. Yo no he estado aquí.

Raoul sale de la oficina en busca de un poco de aire y deja a Big Joe sumido en sus cavilaciones.


5. Un largo vuelo

Dos hombres bien trajeados avanzan por la pista de aterrizaje hacia un jet privado al anochecer. Cada uno lleva una bolsa de deporte mediana y el más joven lleva también una maleta.

Ya en el interior la azafata sirve un vaso de whisky al mayor: -Gracias.

El mayor se dirige a su acompañante: -Intenta descansar, va a ser un largo vuelo.

-No estoy cansado.

-No, ¿eh? Pues ya es más de lo que puedo decir yo. Cansado, en realidad de todo.

Saborea un poco el whisky, mira por la ventanilla:

-De ver como los hombres persiguen sus intereses personales olvidando sus compromisos. Nunca acaba bien.

-Como Marsellus.

-Encontró su destino por otras razones, quizás. Pero no es el tipo de pecados que puedan encontrar perdón en la casa de la luz. En realidad el precio de la traición es el mismo en todas partes.

En la ciudad, iluminada, era ya de noche, pero desde el aire aún se veían algunos resquicios del atardecer que recortaban nubes para las que ya había oscurecido. Llevaban algunos minutos de vuelo viajando contra la persistente puesta de sol, una pequeña bandada de aves apareció distante a través de la ventanilla.

Apuró su whisky y miró el movimiento de lo pájaros, pensativo, revelados por los últimos estertores de la luz día.

-Algo no va bien.

Algo extraño vio en el movimiento de la bandada, cada vez más próxima al fuselaje del avión.

-¿Cómo, qué es lo que…?

El hombre joven se levantó de su asiento para identificar el problema, que en realidad era más bien una corazonada.

En seguida, el sonido de los animales impactando contra el fuselaje, mucho más fuerte de lo que cabría esperar. Y acto seguido el característico ruido de un reactor funcionando de forma intermitente hasta explotar en llamas. Poco después el otro.

La azafata, sin poder disimular la expresión de terror en los ojos, asoma la cabeza hacia la zona VIP y solicita que se abrochen los cinturones para justo después tomar asiento y cumplir con sus propias indicaciones.

El joven, aún incorporado hace el gesto de retirarse hacia su asiento para cumplir la orden cuando el mayor le sostiene con firmeza por la muñeca: -Protégelo con tu vida. Si se complica, en la basílica de St Louis estará seguro.

No suelta el brazo hasta que el joven asiente con los ojos clavados en los suyos. En seguida se abrochan los cinturones y ven la mitad de una de las alas desprenderse violentamente con un crujido seco contra el sentido de la marcha a la vez que crece una bola de fuego: ¡En St Louis, habla con el padre Nathan!

El hombre joven aún tiene tiempo de coger la bufanda oscura del mayor, pasar una soga bajo el mango del maletín y los dos extremos por el interior de ésta, enrollando el sobrante en la mano y el brazo apretando con fuerza, mientras pierden altura, preparándose para el impacto.

El vaso, ya vacío de whisky, rueda y cae contra el suelo partiéndose en pedazos mientras crece el zumbido del aeroplano en su descenso y empieza a sonar The house of the rising sun intepretada por The ventures.

 

 

6. El conductor

A Lou le ha durado poco el buen humor por la muerte de Big Joe, Bill está de rodillas, al lado del agujero en el desierto que será su tumba:

-¿Te lo ordenó Big Joe? ¡Responde!

La culata del 45 de Lou se estrella contra la frente de Bill.

-Yo… sólo soy el conductor.

Lou amartilla el arma y un zumbido que parece venir de todas partes empieza a crecer.

-¿Qué es eso?

-¿De dónde…?

Se giran y ven un jet en llamas que pierde altura y toma tierra tras la pequeña colina con estruendo.

-¡Hostia puta!

-Lou, esto se va a llenar de polis en minutos. ¿Qué hacemos?

-No sé, ¡déjame pensar!

Lou da pasos en una y otra dirección con el arma amartillada. Empieza a sonar Hit theroad Jack de Ray Charles.

Bill aprovecha la confusión para dar un par de zancadas y dejarse caer rodando por un pequeño terraplén, en cuanto se quieren dar cuenta ya está a 10, 20, metros.

-¡Joder!

-¡Hijo de puta, se escapa…!

-¡Mierda, lo estoy viendo!

Lou dispara un par de veces, con más rabia que puntería, sin tener del todo claro si le interesa acertar.

-El muy cabrón…

-Déjalo, ya le cogeremos. Vámonos.


7. Santa Ana

-¡Qué hijos de puta! Se presentan en la partida de Lou con una UZI y limpian la mesa, la caja, los bolsillos, todo. Para una puta vez que iba ganando. La verdad es que prefiero no hablar de ello.

-Bueno, lo importante es como termina.

-Ya, pues díselo a esos payasos. No les doy ni dos semanas. Voy a mear, ponme otra Mike.

Al poco entra Raoul por la puerta devolviendo a la escena de la entrega anterior:

-Qué hay, Mike. Lo de siempre.

Suena de fondo It’sall over now baby blue de Marianne Faithfull, en el escenario anta una rubia con un vestido azul.

***

Rubén y Miguel están en el asiento de atrás preparando los últimos detalles del plan maestro de Big Joe. Bill, al volante, ve como el polvo blanco se desparrama por la tapicería. El trabajo, si ya pintaba mal, tiene cada vez peor aspecto.

-Síii, ahora sí. ¿Vamos?

-¿No os vais… a tapar la cara con algo?

-¿Qué? ¿Para qué?

-Bueno, no sé, ¿para que no os puedan reconocer?

-¡Bah! Será tan rápido que ni nos verán, ¡entrar y salir!

-Eso, ¡entrar y salir!

Bill los ve tan entusiasmados que es incapaz de poner un pero:

-Ok, cuanto más rápido mejor. Acabemos con esto.

Empieza a sonar Soulsacrifice de Santana.

-¡Vamos, vamos!

-Venga, ¡vamos!

Miguel lleva una UZI y Rubén un pequeño revolver del 32. Cuando ya han doblado la esquina Bill baja del coche sacudiendo la cabeza a cerrar una puerta que han dejado medio abierta. Parece imposible que pueda salir bien.

Ya es tarde y sólo quedan ocupadas un par de mesas, después de algunas pequeñas complicaciones con la puerta entran en tromba al local:

-¡Quietos, todos quietos!

-¡Las manos arriba! ¡Arriba! ¡Y contra la pared!

-¡Voy para adentro, Rubén, tú con ellos!

Un italiano enorme está detrás de la barra con las manos levantadas esperando un descuido para meter la mano bajo el mostrador. Miguel se lanza por un corto pasillo poco iluminado que da acceso a los servicios y tras una puerta cerrada a la trastienda. Lou ha escuchado movimientos extraños en el local y se levanta para comprobar que todo marche bien.


Miguel abre de golpe la puerta que le golpea en la cabeza y lo hace retroceder:

-¡Atrás! ¡Todos quietos!¡Quietos! Las manos, quiero ver vuestras manos… eso es…

-Lou, ¿qué cojones es esto?

Tim se está poniendo de muy mal humor. Arch se lo toma con más flema:

-Pues… parece una atraco.

Lou se excusa elevando las manos:

-No tengo ni la menor idea de qué va esta historia.

Winston intenta aclarar la situación:

-Eh, muchacho, ¿sabes de quién es esto?

-A callar, cerrad las putas bocas y poner toda la pasta en la mesa, toda junta. ¡Las carteras también!

-Oh, joder.

Larry protesta pero va cumpliendo sin mucha prisa con la petición. Winston sacude la cabeza mientras acata la orden y sonríe: -Oh, amigo, estás de mierda hasta el cuello…

Lou pone las cosas en su sitio además de la cartea encima de la mesa:

-Cógelo, pero no vivirás para gastarlo.

-¡Eh! Despacio con las manos, eso es, eso es…

Miguel apunta alternativamente a cada uno de ellos agarrando la UZI con las dos manos y aún así no deja de temblar.

-Joder, miradlo, pero si está cagado.

Tim no está muy a gusto con la idea de dejar que un gilipollas se lleve su dinero.

Lou levanta el dedo de una de las manos que tiene en alto admitiendo:

-Nunca apuestes contra un temblor.

-¡Cállate, joder! Y ahora…

La carteras y una pequeña montaña de billetes están en el centro de la mesa.

Arch ve en seguida el problema de Miguel:

-¿No has traído una bolsa?

-Aquí hay una.

Todas las miradas se clavan en Larry que responde con un: -¿Qué?

-Eso, ponlo, ponlo ahí, muy bien…

-Eso Larry, y ponle también un lacito.

Es posible que Lou quiera perder a Larry de vista por un tiempo.

-Bien, ok… caballeros, un placer, ¡buenas noches!

-¿Buenas noches? Será hijo de puta…

Lou piensa en quien puede ser tan imbécil para hacer lo que Miguel acaba de hacer.

-¡Ves pensando un epitafio, hijoputa!

Miguel escucha las palabras de Winston ya en el pasillo.

Arch asume rápido la situación:

-Lou, espero que no quieras cobrarnos la cena…

Todos se descojonan.


-Bueno, ¿dónde estábamos… antes de la interrupción?

Tim prefiere actuar como si no hubiera pasado absolutamente nada.

A Lou le parece buena idea:

-Creo que tengo unas fichas por alguna parte...

-No sé, creo que hablaba Arch… pero joder, ¿os podéis creer lo que acaba de pasar? Esta ciudad se va a la mierda…

-Quizás sea un cliente descontento, Lou.

-Disculpad, no sé que cojones… me enteraré, me enteraré de quién es el tipo… y él se enterará de quién soy yo, no os quepa duda.

Empieza a sonar Satisfaction Guaranteed de The morning reign. Y con esas palabras se dirige al salón para ver qué ha sucedido mientras el resto sigue:

-Hijo de puta, ¿Cuánto se puede haber llevado?- plantea Tim. Winston lo tiene más claro:

-Más de lo que podrá gastar, seguro.


8. Locuras

Suena Slinky de LinkWray. La cámara se pasea por los restos de un avión en llamas con el fuselaje casi partido en dos y con el morro empotrado en una formación rocosa. El piloto, muerto. El copiloto, muerto. La azafata, ¿dónde está la azafata? Bill recorre los restos del avión que, estrellándose, acaba de salvarle la vida. Ni rastro de pasajeros, apenas del mobiliario. Levanta la cabeza y mira a su alrededor, localiza uno de los asientos.

Poco más allá, un hombre trajeado, tirado bocabajo, que parece inconsciente, con una maleta aferrada a la mano. Suena State of mind de Move. Bill observa la escena, sus ojos se clavan en la maleta. Exactamente igual a la que tuvo hace unos días en las manos y que le costó un tiro, algunas puñaladas y diversas magulladuras. Que a su vez hizo que Lou y su matón lo metieran en un maletero.

La mira unos momentos. La separa un poco, los dedos que sostienen el mango ceden y una bufanda fina y oscura se desliza por el brazo inerte, la aparta un poco e introduce la combinación que conoce.

Pone los pulgares sobre los cierres, los presiona un poco para elevarlos...y los resortes ceden con un ¡clac!

Empieza a sonar I never loved her de The starfires.

Ha de ser la misma puta maleta. Empieza a levantar la tapa pensando como podría ser siquiera posible, recuerda las palabras de Wendy sobre la última visita que recibió Big joe, vuelve a mirar el traje del cuerpo tumbado sobre el suelo a su lado.

Una luz empieza a asomar por la rendija de la maleta al abrirse hasta que finalmente ilumina la cara de Bill con expresión contrariada. La cierra y rueda hacia un lado, sentado sobre el suelo, con los codos sobre las rodillas y baja la cabeza: ¿cómo cojones puede ser?

***

Suena Rebel rouser interpretada por Duane Eddy. El desierto de Mojave en un plano general. A lo lejos en el horizonte se ve como el calor acumulado en el suelo juega a retorcer la luz. Entre el flujo de ondulaciones va apareciendo un rostro desencajado, corriendo bajo el sol. El elegante traje se ha convertido en un camisa medio desgarrada y pantalones rotos por varios sitios.

A medida que se va dibujando la figura de un hombre mayor sobre el horizonte también lo hacen las de sus perseguidores. Un par de caballos y todoterrenos. Disparan por diversión.

***

-¿Raoul? ¡Joder! ¿Dónde te metes?

-Eh, eh, ¿qué entiendes tú por retirarse? ¡No debería estar cogiendo ni el puto teléfono!

-Qué te dijo Antwan.

-¿Que qué me dijo…? Oye, para, ¿de qué va esto? ¿A qué viene eso ahora?

Raúl está en el bar de una piscina en un resort en Florida, con una camisa hawaiana hortera dentro de la liga de camisas hawaianas horteras, gafas de sol y sombrero de paja, sosteniendo un cóctel con una sombrillita.


-¡Es importante, joder! Qué te dijo exactamente.

-Mira Bill, hay mierdas de las que es mejor alejarse. Cuanto antes.

Da un sorbo largo, la risa de Bill al otro lado suena indescifrable.

-Alejarse, claro. ¡Siempre que eso sea posible!

Empieza a sonar de fondo I try! de The young tyrants.


-¿Qué quieres decir? Aún no sé a que viene todo esto.

-Mira, no tengo tiempo de explicártelo todo. La cuestión es que vuelvo a tener esa puta maleta delante de mí.

-¿Qué?

-Mira, aquí está pasando algo raro de cojones. Por eso necesito que me digas…

-Sí, sí, Antwan

-Eso es.

-Dijo que… oye, tampoco pondría la mano en el fuego por Antwan, ¿sabes?

-¿Qué cojones dijo?

-Diablos, vudús y mierdas raras. ¿Quieres mi consejo? Coge el dinero y corre.


Empieza a sonar Vodoo child de The Jimi hndrix experience.

-¿Qué puto dinero?

-Joder Bill, es una forma de hablar, yo de ti me alejaría de esa mierda. Hay gente muy colgada.

-¿No has oído lo que te estoy diciendo? Ella ha venido a mí.

-¿Qué? Oye, ¿estás oyendo cómo suena eso? Empiezas a hablar como Antwan. ¿Sabes qué? Casi mejor te doy su número. Pero a mí no me mezcléis en esas mierdas.

***

Algunos golpes de tos hacen moverse el cuerpo en el suelo junto a Bill que se ve obligado a improvisar:

-Amigo, ¡amigo! ¿Se encuentra bien? Es un milagro que haya sobrevivido.

-¿D...dónde...?

-El avión, se ha estrellado. Ha tenido un accidente de avión. Yo me salí de la carretera al verlo con mi camioneta… y bueno, a pesar de todo he podido acercarme hasta aquí, dentro de poco llegará algo de ayuda.

-¿...dónde… dónde está la maleta?

-Ah, su maleta. Ahí, ahí la tiene. Parece que ahí está.

Mira con cierta desconfianza a su supuesto salvador aunque las diversas heridas que presenta parecen encajar con sus palabras.

-¿Y el resto?

-Muertos, los pilotos están ,muertos. No había nadie más.


Jeremy se incorpora empezando a tomar conciencia de la situación:

-¿Dónde estamos?

-En el desierto de Mojave. Entre Los Angeles y Las Vegas, como a unos 100 km de la civilización en cualquier dirección. Hacia allí 200. Puede que la ayuda tarde un poco en llegar.


-Necesito llegar a St Louis.

-¿St Louis, Missouri? Amigo, estamos en la frontera con Nevada, eso está a más de 2000 km.

-¿Seguro que no había nadie más?

Otea los alrededores:

-Viajaba con un hombre, también había una azafata.

-No sé, quizás salieran despedidos en algún momento de la colisión. Es difícil pensar que puedan haber sobrevivido a un impacto así, es usted afortunado.

-Ya bueno, yo no tengo esa impresión.

El acento de Jeremy era claramente británico.


-Oiga, la camioneta que mencionó…

Bill sacude la cabeza en forma de negativa.

-Me temo que está algo más que averiada, por eso me he acercado a esperar que llegue algo de ayuda, es lo mejor que podemos hacer.

-Ya, y usted vino ¿de? ¿qué dirección?

Bill señala con el dedo con gesto serio recordando el maletero:

-Por allí. Su amigo podría haber caído… por allí detrás.

Bill señala al este, a noventa grados de donde ha señalado antes.

-Entonces St Louis está por allí.

Jeremy señala en la dirección opuesta y Bill le mira sorprendido:

-Eh... supongo que sí, pero no creo que quiera ponerse a caminar por el desierto. Y más en su estado, no sobreviviría, tras un accidente así. Aunque lo cierto es que no conozco demasiado la zona, estaba sólo de paso. De camino a Las Vegas, ya sabe.

Jeremy se quita un poco el polvo mientras piensa que camino tomar.

-Ahora que lo pienso puede que haya una reserva india en esa dirección. Tal vez no sea tan mala idea ir a buscar ayuda.

Bill se levanta cojeando un poco mientras Jeremy lo observa:

-Sí, no he tenido suerte últimamente. Por allí debería haber una carretera, tal vez podamos parar a alguien, ¿vamos?


9. La caza

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Soñaba estar bajo el pie de un dinosaurio que cada ve le aplastaba más sobre la tierra. Abrió los ojos, a esos centímetros del suelo, respirando el polvo del desierto bajo sol. Aún estaba atado a su asiento con varios golpes, alguna quemadura y una fractura abierta en el brazo izquierdo.

Lo que le aplastaba era el peso de asiento, que dificultaba su respiración y un tipo que parecía enorme con la cabeza a ras de suelo le pateaba las costillas y presionaba con la suela de sus botas. Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí.

Suena Avenida de laluz de Loquillo y los trogloditas.

-Eh, amigo. ¡Amigo! ¡Despierte!… eso es… arriba… ¡Arriba!… a la camioneta.

-¿Qué?

-¡A la camioneta!

Se deshizo como pudo del cierre del cinturón de seguridad, lo que vio al elevar la cabeza fue la silueta de un tipo con un rifle apoyado en la cadera. Algo más allá una camioneta con varias personas dentro, amordazadas, ojos vendados, manos atadas a la espalda.

-¿Qué es esto?

-No me haga repetírselo: suba a la camioneta.

Se levantó para tratar de cumplir la orden pero cayó al suelo con un grito de dolor. El tobillo había recibido también un buen golpe.

-John, échame una mano con éste.

Otro hombre sale del asiento del conductor, lo levantan por las axilas y lo dejan caer contra el resto. Empujan las piernas y suben el cierre:

-¿Lo encintamos?

-No hace falta, éste no creo que vaya muy lejos. Además ya estamos aquí al lado y vamos tarde. Vámonos.

***

Un hombre vestido de cura, camisa negra, pantalón negro y alzacuellos está tumbado en la cama bien hecha de una parca habitación. Una silla, un escritorio, un armario y un crucifijo. Sobre la mesa hay una jarra con agua. Está ojeando una pequeña biblia mientras fuma un cigarro, utilizando el vaso de cenicero, cuando llaman a la puerta:

-¿Padre Nathan? Una llamada urgente.

Frunce un poco el ceño, deja caer el libro sobre el pecho, da una calada más al cigarro y lo deja caer en el vaso. Caminan algunos pasillos y atraviesan el claustro iluminado por las estrellas hasta unas dependencias con aspecto de oficina. Le muestran una mesa con un teléfono descolgado. Se sienta en la mesa con un pie en el suelo y recoge el auricular:

-¿Sí?

-El emisario no va a llegar. Se perdió contacto con su vuelo sobre el desierto de Mojave… hace casi media hora.

-Entiendo.

-Le pido que maneje este asunto con la mayor discreción, dada su prioridad.

-Por supuesto, le mantendré informado. Me pongo en camino.

Mira un momento su reloj y busca con la mirada al hermano que le ha dado acceso a la oficina, y que ahora le observa con una expresión anodina de funcionario:

-Voy a necesitar un coche. Uno rápido.

Al poco un mercedes negro, discreto en el exterior, sale quemando ruedas para ponerse a 300 en pocos segundos. La expresión del funcionario eclesiástico sigue igual de impertérrita mientras lo ve alejarse. Mientras arranca suena Nice day to go to the pub de Cosmic Psychos.

***

Dos hombres caminan por el desierto en la madrugada. Bill aún más renqueante que Jeremy.

-Tiene gracia, a juzgar por nuestro estado… parece que haya sido yo el que ha caído de una avión y usted sólo… ¿no está cansado? ¿Quiere que le lleve la maleta?

La mirada de Jeremy es siempre severa:

-Estoy, bien gracias.

-Disculpe que le pregunte, pero me puede la curiosidad, veo que no se separa de esa maleta ni para mear, ¿le puedo preguntar qué hay dentro?

-Nada de su incumbencia.

-Oh, vale, vale, sé captar una indirecta.

-¿Seguro que es por aquí?

-Espero que sí.


Suben a una pequeña loma y a lo lejos se ven luces en el valle de lo que debería ser la reserva india.

-¿Ve? Se lo dije, vamos por buen camino.

-Ni rastro de la carretera.

-Me debo haber desorientado, pero no tardaremos mucho más.

Bajan poco a poco por la pendiente mientras se dibujan las primeras claridades en el horizonte, suena Enough of what I need de The stoics.

***

La camioneta se reúne con otro todoterreno con remolque, las puertas se cierran con estruendo y los ocupantes bajan del vehículo:


-¡Phil! !No te vas a creer lo que uno se encuentra en el desierto!

-¿Todo en orden?

-Sí, señor. Y con sorpresa, hemos encontrado uno más.

- Y por el mismo precio. Debe de ser del avión estrellado.

Phil revisa la parte de atrás de la furgoneta, incrédulo, tras el cristal de espejo de sus gafas de aviador. La única presa con los ojos descubierto viste un chaleco oscuro con camisa blanca y se ha anudado la corbata dando varias vueltas en el antebrazo izquierdo, tras reducirse la fractura.

-No está encintado.

-No queríamos haceros esperar más…

-¿Habéis visto a otros, os ha visto alguien?

-Negativo.

-Bien. Avisa por radio, que los controles estén atentos.


Perry baja de la camioneta de Phil y se une a ellos:

-¿Va todo bien?

-Oh, por supuesto. Incluso mejor aún. En vez de cuatro serán cinco.

-Ah, fantástico. Fantástico. ¿Cuándo empezamos?

-Tenemos aquí a las presas, solemos darles un par de horas de ventaja.

-Estupendo. Se ha hecho algo tarde, ¿qué tal una hora?

-Una hora entonces, ¡Max, bájalos!


Son dos parejas jóvenes de hombre y mujer, blancos y negros.

Están en fila como en una formación militar, aún con los ojos y las bocas tapadas, manos y tobillos atados.

Phil habla mientras camina frente a ellos acompañado de Perry que los supervisa, se oyen algunos gemidos:

-Señores… y señoras, que sepan que hoy van a ser cazados. Se les dará... una hora de ventaja y un cuchillo de supervivencia a cada uno. Bien, si no hay más preguntas...

Max y Walter hacen de azafatas de este absurdo concurso y van poniendo los cuchillos en las manos a la espalda de los obligados participantes.


-Y ése debe ser el nuevo, ¿no? Lástima que sea tan viejo, no llegará muy lejos.

Perry lo examina con curiosidad.

Max pone su manos sobre el hombro del británico:

-Para ti no tengo cuchillo, eso te pasa por llegar el último.


Perry lo escucha y propone una variante:

-¿Qué tal si lo hacemos un poco más interesante?

Mete la mano dentro de la americana y saca un revolver con la culata en dirección al hombre con los ojos descubiertos mientras fija su mirada en Phil, interrogándole a modo de desafío:

-Uhhh… ya veo que quiere divertirse.

Phil coge el revolver y lo examina.

-Está bien, pero no tan interesante.

Vacía todas las balas del tambor, se queda con una que eleva mostrándosela a Perry y la vuelve a introducir. Hace girar el tambor y se lo entrega al hombre del chaleco que lo recibe con la misma mano en la que lleva la chaqueta, algo más confuso aún.


-¿Empezamos, entonces?

-Será divertido, vamos allá.

Perry saca un 45 de debajo del otro brazo, en el lado que lleva colgado el rifle.

-Walter, Max, las cintas.

Las azafatas hacen los honores, depilan unas cuantas cejas y cortan las ligaduras de los tobillos:

-Venga, a correr.

Empieza a sonar Psycho a Go-Go de The sonics.

-¡Bienvenidos al infierno!

-¡Corred! Corred, por vuestras putas vidas…

-¡Perderos, hijos de puta!

Suena algunos disparos al aire.

-¡Hacia allí, hacia allí, imbécil!

Los dirigen en el sentido deseado con algunos disparos de rifle al suelo y no tardan en dispersarse y perderse en la distancia.


-Una hora. ¿Un café, una copa?

-Por qué no. Café, gracias.

Perry parece animado y satisfecho con el servicio.


10. Dios los cría y el diablo los junta

Un hombre se detiene a repostar en una gasolinera muy tarde en la noche. Se dirige a la ventanilla a pagar.

-Bonito coche, amigo.

Gira el cuello desde la camisa negra, ya sin el alzacuellos, y mira al vehículo estacionado junto al surtidor que le ha llevado hasta allí.

-Es mejor bajo el capó.


Deja algunas chocolatinas y refrescos sobre el asiento del copiloto y después de una breve llamada retoma la marcha al son de Loving you sometimesde The outcasts mientras mastica un par de pastillas que empuja con algunos sorbos de refresco.

***

-¿Antwan? ¿Antwan Rockamora? No nos conocemos, soy un amigo de Big Joe… acompañé a Raoul el otro día cuando fue a verte...con la maleta. Sí, esa maleta.

Antwan, al otro lado de la línea, suena bastante desconfiado.

-Lo siento Bill, no creo que pueda decirte mucho más de lo que ya le dije a tu amigo.

-Antwan, le entregamos la maleta a Big Joe. Ahora está muerto. Y me he vuelto a cruzar con esa maleta en mitad del desierto. ¿Qué mierda está pasando aquí?

-¿Lees la biblia, Bill?

-¿La biblia?

-No es lo que te quiera contar, Bill, es lo que puedas comprender. No sé por qué te has vuelto a cruzar con esa maleta, las coincidencias existen... ¡dios existe…¡ Y los demonios también. Yo en tu lugar me mantendría alejado, es peligrosa.

-Eso intento, joder. Pero necesito saber qué es lo que hay dentro.

-¿Lo has visto?

-Joder, claro que lo he visto.

-Bueno, espero que te traiga más suerte que a mí. Yo de ti haría como si no y me olvidaría de todo el asunto, no tienes nada a ganar en esto.

-¡Joder, Antwan!

-Rezaré por ti, Bill.

Antwan cuelga el teléfono dejando a Bill con más preguntas que respuestas.

-¡Joder!

Bill golpea la cabina con el auricular pese a tratar de contenerse.

-¿Problemas con el seguro?

Jeremy aparece con algunos vendajes y su inseparable maleta, les han atendido de forma improvisada en la clínica de la reserva.


-Bueno, supongo que ahora entiendo por qué era tan barato. Y usted, ¿ya ha encontrado como llegar a St Louis?

-Precisamente quería hacer unas llamadas.

-Por supuesto, todo suyo.

***

-¡Qué sea la puta última vez! ¿cómo se os ocurre?

Max aguanta el chaparrón:

-No sé, Phil, parecía buena idea.

-Buena idea hubiera sido meterle una bala entre las cejas. ¿Por qué crees que los sedamos?

-Es un viejo con un brazo hecho mierda, no llegaría ni a la vuelta de la esquina.

-Ni una puta sorpresa más, ¿entendido?

-Sí, señor.

-Y lo que nos faltaba es que el gilipollas ese le diera un arma. Id con mucho cuidado.

-Vamos, Phil, lo más seguro es que la use para pegarse un tiro. Yo es lo que haría.

Max responde a la afirmación de Walter simulando el gesto con el dedo entre risas cuando Phil ya les ha dado la espalda.


-Ya veremos. En media hora nos ponemos en marcha, preparad los caballos.

El horizonte se refleja en sus gafas de sol mientras suena Cry a little longer de Thegrodes.


11. Jugando con fuego

Bill escucha apoyado en una esquina, con naturalidad pero oculto, mientras Jeremy pregunta en el mostrador de la clínica por la iglesia de la reserva tras terminar con la cabina.

Después sale por la puerta y Bill deja pasar algunos instantes para seguir sus pasos. Nada más salir por la puerta Jeremy le rodea el cuello con el brazo y presiona con el otro en ángulo recto:

-¡Se acabo la farsa! ¿Quién cojones eres?

-B...Bill… Bill Evans.

-¿Dónde tienes la cartera?

-En el bolsillo de atrás...del pantalón.

Jeremy libera por un momento el brazo vertical, busca con una mano el permiso de conducir.

-¡No te muevas o será peor!

El nombre es el que figura en el documento:

-Bien, no sé quién cojones eres, Bill Evans, pero no vuelvas a acercarte a mí. Espero que haya quedado claro.

-Joder, amigo… no sé qué mierda tienes en la cabeza pero no es lo que te imaginas…

Jeremy arroja a Bill al suelo, recoge la maleta y desaparece con grandes zancadas en dirección a la iglesia mientras Bill se friega el cuello para hacer volver algo de oxigenación.

Será muy difícil evitar que Jeremy lo oiga entrar en la iglesia… la solución obvia es… entrar primero. Dando un rodeo sin que le vea. Empieza a correr como alma que lleva el diablo mientras suena You lie de The lynx.

***

-¡Buen disparo!

-Uuuuh, sí.

Max y Walter hacen también de animadoras mientras Phil supervisa la operación y Perry obtiene aquello por lo que ha pagado.

-Eh, no ha estado mal- se reconoce Perry a sí mismo. Bueno, todavía queda el anciano, ¿no?

Mira la hora: -Creo que me dará tiempo.


-Ha ido por allí- señala Walter

-Vamos a por él.

Por algo a Phil no le gustan las sorpresas.


Al poco le están dando caza al son de Rebel rouser interpretada por Duane Eddy.

No hay mucho sitio donde esconderse pero logra encontrar cobertura tras unas rocas que obligan a la batida a hacer un giro cerrado y pararse a escrudiñar cada piedra:


-¡Vamos, sabemos que está ahí! ¿De qué tienes miedo?

Están detenidos esperando ver por donde asoma la cabeza.

-Recordad que tiene una bala.

-Sí, tal vez pueda tener la cortesía de ahorrarnos el trabajo.

Walter y Max vuelven a reír hasta que una bala atraviesa el cráneo de Max a través de la cuenca ocular.


-¡Coño! ¡O ha sido un golpe de suerte o el tipo es bueno!

Phil está sorprendido a la vez que impresionado, ni nervioso ni afligido.

-¡Pues menos mal que no le hemos dejado las seis balas!

Perry está emocionado con el nuevo reto.


-Walter por favor, podrías…

El cuerpo de Max aún presenta algunos espasmos en una pierna fruto del daño cerebral sufrido.

-¿Eh?

-Súbelo a la furgoneta. Gracias.


Perry sigue con su macabro juego:

-Se esconde bien el condenado.

-Ya sólo es cuestión de paciencia- sentencia Phil mientras escruta las rocas en busca de algo que se mueva.

Están tan obcecados buscando a su presa que cuando notan el olor a gasolina del charco que empieza a acumularse bajo sus pies apenas tienen tiempo de girarse.

En la parte de atrás de la camioneta, al lado de los cadáveres de Max y Walter, junto a unos bidones de gasolina vacíos bajo una manta, una chica vestida de azafata, con las medias y el uniforme destrozados y cubierta de sangre enciende una cerilla. No querría que se apagara al entrar en contacto con el líquido en el suelo por el golpe, la sopla para que prenda la madera con la dulzura del primer beso. Y la deja caer. Suena A little bit of soul de The music explosion.

Los dos hombres envueltos en las llamas intentan huir del foco de calor que les está consumiendo olvidándose hasta de las armas, entre gritos agónicos, intentan rodar por el suelo. Un hombre curtido sale de entre las rocas con una camisa blanca desgarrada y empuñando el revólver por el cañón y el tambor deshace la culata en la cabeza de Phil sin el más mínimo rastro de humanidad.

Perry ha llevado la peor parte, ha apagado las llamas rodando pero se encuentra boca arriba con los brazos y dedos en una posición extraña coo resultado del efecto del fuego sobre los tendones. La chica baja de la camioneta y camina despacio hacia él con una hacha que parece aún más grande en sus manos.

Descalza, llena de magulladuras, con las medias rasgadas y restos del maquillaje repartido como un revoltijo por toda la cara, se sitúa a su lado, apenas puede moverse y sólo tiembla un poco. Al verla hace un amago de risa: -C...coño...¿una azafata?

Levanta el hacha con las dos manos y la deja caer con un golpe seco contra su frente:

-No olvide despejar... la salida de emergencia.


El caballero británico se acerca a ella poco a poco, la rodea con el brazo y empieza a liberar toda la tensión acumulada: -Vaya vuelo de mierda, eh.

Busca su mirada inclinando un poco hacia abajo la cabeza:

-Creo que en el futuro… elegiré pasillo.

Suena In the morningde Bobby and the farraris.

***

Bill está agazapado, sudando por cada poro de su piel, en el rincón más oscuro de la iglesia que ha podido hallar. La distancia ha sido la suficiente como para poder sacar bastante ventaja a Jeremy.

No tarda mucho en hacer sonar los goznes de la puerta, toma asiento en un banco, deja la maleta a un lado y parece rezar o tal vez sólo descansar. Es el único momento en que Bill lo ha visto relajado. Es el momento.

Bill busca en el bolsillo de su cazadora y saca una pistola de plástico de color naranja cargada con una gruesa bengala. Suena My house de TheBaytovens.

Camina muy despacio, sacrificando toda la velocidad para no hacer ningún ruido. Si Jeremy abriera los ojos en ese preciso momento… Acelera en el último tramo y coge la maleta retrocediendo unos pasos y apuntando a Jeremy cuando éste ya está de pie apuntándole a él.


-Es una muy mala idea.

El tono de Bill cuando contesta ya no es el de la farsa anterior:

-No lo quiero. Pero necesito saber qué es.

-Joder ¿qué es eso? ¡Si ni siquiera es un arma!

-¿No? ¿Quieres ver que tal sienta una bengala clavada en el puto pecho?

-¡No son asuntos de tu incumbencia! ¡Suéltala y vete!

Bill sonríe ante lo surrealista de la situación:

-No lo entiendes, es que necesito una expl…


-Les ruego que guarden esas armas. Estamos en la casa del señor.

-¡¿Quién coño es este tío?!

Bill se refiere al hombre vestido de negro que acaba de aparecer bajo el altar sin que ninguno de los dos lo vieran.


-Soy el padre Nathan. Y tengo lo que ambos buscan. Bajen las armas, por favor.

Ambos parecen dudar, Bill hace un pequeño amago pero finalmente deja el brazo del arma paralelo al cuerpo, exhausto. Jeremy la baja de forma continua pero algo más despacio.

El hombre de negro continúa:

-Eso que usted tiene… no le pertenece. Ni siquiera lo comprende.

Bill lanza la maleta al suelo, exhausto:

-¿Qué es eso?


El padre Nathan sonríe bajando la cabeza:

-¿Lee usted…?

-¿La biblia? No. Es la segunda vez que me lo preguntan hoy.


Nathan sigue sonriendo, aún, de manera bastante extraña. Como contemplando una pequeña broma del destino.

-Le iba a sugerir un clásico reciente de la literatura inglesa, RL Stevenson. Tiene un relato llamado “El diablo en la botella”, léalo.

El padre Nathan se agacha para recoger el maletín con cara de estar recogiendo una cagada de perro. Ya en pie con la maleta en la mano se dirige a la salida junto a Jeremy, se detiene y se gira un momento:

-No se crea todo lo que lea, pero puede empezar por ahí.

Ah y una cosa más.

No está de más… saber lo que dice la biblia.

Aunque sólo sean… ya sabe, tonterías.

Hace un gesto extraño con la mano a la altura de la cabeza y desaparece por la puerta.

-Buenos días, señor Evans.

Y tras Jeremy se cierra la puerta antes de que Bill pueda cerrar la boca.

Suena I heard it through the grapevine de Creedence clearwater revival.

***

Se ve a Nathan desechando la maleta frente al maletero y abriendo un cofre viejo, muy trabajado con una llave grande. No se ve lo que introduce pero tira un trozo de tela oscura encima y lo cierra.

El siguiente plano es del interior de la basílica de St Louis, centrado en el rosetón mientras lo atraviesa la luz. Alguien camina con el cofre y alguien lo recoge. Un bondadoso sacerdote con cara de no haber roto nunca un plato ni enterarse de nada, un poco gangoso, pide por teléfono“un correo especial a la santa sede”, para St Louis.

La fachada de la basílica de St Louis mientras suena la versión de Lucas King de Thehouse of the rising sun. La cámara se aleja como desde un vuelo de paloma o sobrenatural.

***

Gran Maestre, el correo especial de St Louis.

-Oh, vaya. Nunca entenderé como pueden extraviarse estas cosas.

Su actitud, harto descreída, denota más desdén que otra cosa.

El anciano abre la caja y extrae una botella panzuda con el cuello muy largo, con un contenido blanquecino por el que flota un extraña luz que pareciera ser de fuego y sombra.

Se dirige a una pared con diversas casillas metálicas hechas a medida, con el aspecto de tener varios siglos, si no milenios, y con una cierta estructura jerárquica.

Una grande arriba, otras tres más pequeñas abajo y muchas otras de diversos tamaños y formas en diferentes constelaciones, unas celdas llenas y otras vacías. Coloca ésta en el hueco a la izquierda de las tres mayores:

-Astaroth. Después de 700 años… Cuánto tiempo.

La cámara toma el lugar de la botella y se cierra la puerta dejándola a oscuras. Se oye el ruido de tres vueltas de candado.

Créditos mientra suena My girl Josephine de Sandy Nelson.

 

13. Epílogo


-Usted es Raoul, ¿no?

-Sí, soy yo.

Se levanta el gorro de paja para ver al empleado desde la tumbona.

-Tiene una llamada a cobro revertido del señor Bill Evans, ¿desea aceptarla?

-Sí, claro.

Empieza a sonar Let there be drums de Sandy Nelson.


-¿Quién es Bill Evans?

Sarah se da la vuelta y se despereza un poco.

-Por aquí, por favor.

El empleado le muestra el camino al teléfono.

-Ehh… un amigo.

Responde Raoul mientras se aleja.

-¿Y cómo tiene este número?

***

-Más grande. Más grande. Más.

-Tres líneas.

-¡No! Quita lo de “en Mojave” y deja sólo lo de “cacería humana”.

-Ok... ¿así?

-Perfecto.

El empleado le mira con expresión de hastío.

-¿Qué?

-De verdad disfrutas con esto, ¿no?

-Sólo en la medida que confirma mis tesis.  El mundo se va a la mierda Frank, se va a la mierda (mirando a cámara). Envíalo.

Bonus track: Teen beat de Sandy Nelson.

 

***FIN***


martes, 22 de octubre de 2024

PULP FICTION II

1.Lunes

 Dos policías de tráfico toman café en mitad de la noche apostados dentro del coche en una carretera secundaria, ocultos por unos matorrales, en un lugar tranquilo, supervisando un radar. Habla el policía más mayor, sentado en el asiento del copiloto.

-Estuve en San Diego hasta hace un par de años. Pero cuando Molly cogió a los niños y se fue me vine para aquí. Nada interesante.

-Como en todas partes, supongo.

-Participé en la detención en el tiroteo del colegio Cleveland, hace ya muchos años, ¿lo recuerdas?

-10 o 12 personas, ¿no?

-Entre muertos y heridos… y ¿sabes lo que dijo cuando la detuvieron? Que no le gustaban los lunes, ¿te imaginas? Que no le gustaban los lunes… ¿a quién cojones le gustan los lunes?

El policía apura su café y sacude la cabeza de un lado a otro. En ese momento pasa un Camaro negro superando levemente el límite de velocidad con una luz trasera rota, tras verlo se miran el uno al otro:

-Parece que tenemos un candidato a sanción, ¿vamos?

-Vamos a ver qué ha pasado con ese faro trasero, además ya estoy de esto.

Se deshacen de los vasos, arrancan y encienden la luz de la sirena mientras aún están masticando sus donuts. Al poco las luces del coche patrulla son visibles desde el retrovisor del Camaro, que no iba más rápido de lo que se suele circular sin la presencia de la policía y reduce poco a poco la marcha hasta detenerse.

Es una noche con bruma, se ve la silueta de los policías y de la parte trasera del coche en la distancia recortados contra la niebla en una comprobación rutinaria. Al poco suenan tres disparos y los policía caen.

Entran los títulos de crédito con el ruido del motor del Camaro desapareciendo entre la niebla y la oscuridad, mientras suena Walk, don’t run de The ventures.



2. Antwan

-En otras circunstancias te diría que lo que le sucedió al señor Wallace fue lamentable y grotesco, respetaba a Marsellus, pero viendo lo que te hizo, bueno, lo cierto es que no tiene justificación. Incluso me atrevería a decir que se trata de algún tipo de… justicia poética.

Big Joe tiene delante a Antwan, aunque la cámara aún no lo muestra, al que trata con indisimulada condescendencia mientras observa y evalúa el alcance de las secuelas de su reciente vuelo de cuatro pisos.

-Además, desde su trágico fallecimiento supongo que debes pensar en tu futuro y más teniendo en cuenta tu... situación. Así que cualquier información que considere interesante sobre los negocios del señor Wallace será generosamente retribuida, siempre que resulte de mi interés. Así que, ¿qué es lo que tienes para mí, Antwan?

La cara de Big Joe que había permanecido lejos de la luz de la lámpara sobre la mesa del pequeño despacho en el puerto le ilumina de forma algo tétrica al inclinarse sobre la mesa y apoyar los brazos con los dedos entrelazados.

Antwan, con semblante serio, intenta arrancar a hablar pero se atraganta dado su estado lamentable, que se refleja en la cara de Big Joe.

-¿Estás bien? Bebe un poco de agua.

Big Joe llena un vaso con una jarra y se lo ofrece a Antwan, que empieza a hablar lento y marcando las palabras:

-...no, no, estoy bien. Me han operado hace poco. (Muestra el principio de una larga cicatriz que termina o empieza en el cuello). Me cuesta un poco hablar. Pero te voy a explicar por qué Marsellus hizo que me tiraran por el balcón. La cagué con algo valioso para él.

-¿La señora Wallace?

Antwan le miró un momento en silencio, decepcionado por lo rápido que viajan los rumores y a la vez frustado por la dificultad para hablar.

-No. Algo mucho más valioso, no tiene nada que ver con Mia. Ella no sabe de qué se trata.

-Entonces será más fácil que quitarle un caramelo a un niño- sonrió Big Joe con malicia.


3. Mia

Aparece en imagen la pálida cara de Mia Wallace, con la boca entreabierta y los ojos cerrados, como durmiendo, recortada contra un fondo oscuro. Al poco una palada de tierra la cubre un poco y otra un poco más.

La cámara toma el punto de vista de Mia, desde un agujero en la tierra cuyo límite corta en diagonal la pantalla. Más arriba asoma la cara de Raoul que se seca el sudor de la frente, y tras él la noche. Suspira y sigue arrojando más tierra con la pala.

Cuando termina arroja la pala dentro y cierra el maletero del Camaro. Durante toda la escena suena Cry, cry cry de Unrelated segments. El Camaro enciende los faros y gira para deshacer el camino de tierra por el que ha venido, hacia la carretera de nuevo.


4. El tarado

Un policía (viejo) entra en comisaría dispuesto a iniciar su turno, su compañero (joven) lo espera junto a la máquina de café con una taza en la mano.

-No te lo vas a creer. -¿Qué? -Han encontrado tres cuerpos y a un tipo en el sótano de una tienda, atado a un poste, vestido completamente de cuero y con tachuelas y mierdas de esas…

-Ya, bienvenido a LA, ¿no?

-…parece que ha estado alimentándose de uno de los cuerpos durante días hasta que los vecinos han avisado por el olor. Le han tenido que identificar por placas dentales, se le había comido completamente la cara, partes blandas… y no había manera de tomar huellas. Pero es que no te imaginas quién era.

-¿El muerto… de la cara comida? Ni idea.

-El mismísimo Marsellus Wallace.

-Vaya. ¿Y los otros?

-Un policía y el dependiente. Al policía le habían volado las pelotas, seguramente Wallace, no te gustaría ser invitado al tipo de fiestas que celebraban en ese sótano.

-¿Un poli?

-Pero aún hay más, el tipo vestido de cuero… ha contado que llevaba meses en ese sótano durmiendo en un baúl y participando en cierto tipo de... prácticas.

-¿Meses?

-Desde que desapareció en el condado de Orange. Lo tienen en la sala del fondo.

-Uff. No creo que la música de esas fiestas sea de mi estilo.

El policía viejo se dirige hacia las taquillas con cara de embobado mientras rememora las palabras de su compañero, pasando por enfrente de la sala donde se halla el detenido mientras algunos policías más conversan en el exterior y por un momento cruza la mirada con el detenido sentado y esposado tras una mesa, en un travelling a cámara lenta mientras suena Land of 1000 dances de Cannibal & the headhunters.


5. Sarah

Raoul entra en un bar con ambiente folk y saluda al camarero, hay una mujer de pie delante del micro con un vestido ajustado azul, cantando al fondo con la banda It’s all over now, baby blue de Marianne Faithfull: -Qué hay, Mike. Lo de siempre.

El camarero vuelve con un vaso de bourbon con hielo. -Hey, Raoul. -Hombre, Larry, tú por aquí, cómo no. -Hace un tiempo que no se te ve, tampoco por la partida. -A diferencia de ti, supongo.

-¿Te has enterado de lo de Wallace? -Y quién no en esta ciudad.

Raoul no está en absoluto interesado en la compañía de Larry pero la ve con cierta simpatía pasiva, al menos con él puede estar por un momento relajado. Está con la espalda apoyada en la barra, medio recostado y Larry ha tomado asiento detrás con su cerveza.

-¿Es estupenda, eh?- Larry señala con la botella tímidamente al escenario mientras la música suena, Raoul asiente sin responder ni moverse mirando a la banda.

-No sé por qué no triunfa más, tal vez lo que le falta es operarse las tetas.

Raoul se gira hacia Larry sin mediar palabra y con gesto quedo.

-Quiero decir, están perfectas, pero lo que vende es el plástico. Lo que sale en la tele es todo puro plástico y botox y mierdas de esas. Pero por mí están bien como están…

-Sí, arréglalo. No sé por qué pero las tetas de mi novia no es una tema que me apetezca comentar contigo. Sarah está bien donde está. Por cierto, ¿qué hay de aquello que me debías?

La canción va terminando.

-Vaya, ya veo que no quieres compañía. Te lo devolveré. Pero no sé cuando, estoy en una mala racha.

-Tu vida es una mala racha, Larry

Larry se levanta apresuradamente apurando de un trago largo el resto de su cerveza: -Ya, ¡nos vemos!

-Sí, eso, huye, como una sabandija… ¿Te lo puedes creer?

Mike sonríe a cierta distancia por debajo de la nariz mientras Raoul sigue recostado en la barra mientras Sarah baja del escenario y se dirige a la barra del no muy grande y menos poblado local mientras la banda sigue con Sleep walk de Santo & Johnny.

-Hola forastero, ¿me invitas a una copa?

-Vaya, ¿no te acuerdas de los viejos amigos ahora que eres famosa? Además, tú aquí bebes gratis.

-Ya veo que no quieres jugar. ¿Mal día en el trabajo? Mike, ponme una copa, por favor.

- Ni bueno ni malo, uno más. O uno menos.

- Ya, un día de esos.

Se hace un silencio.

-¿Recuerdas lo que hablamos de Florida?

- Sigues con eso, ¿eh?

-No, es sólo que…

Suena el busca de Raoul y lo interrumpe:

-...perdona, tengo que… hacer una llamada.

-Por supuesto.


Raoul se dirige al teléfono del bar y marca el número de Big Joe que en seguida contesta:

-¿Raoul? Tienes que venir cagando hostias. -¿Qué ha pasado? -Tenemos un problema, un problema grave. -¿Qué tipo de problema? -De unos 60 kilos. -¿Qué? -Joder, que tienes que venir, ¡ya! -Ok, ok, entiendo, 20 minutos.


Vuelve a la barra, paga su copa y se despide de Sarah:

-Tengo que irme.

-Ya, ya veo… ¿qué decías de Florida?

-Ya hablaremos.

-Ya…

-Por cierto, Larry te ha comentado algo de… (se señala los laterales del torso de forma más o menos indefinida)

- ¿De qué?

-Nada, déjalo, nos vemos luego.

La besa y sale del bar apresuradamente mientras Sarah se recoloca confusa el escote del vestido y empieza a sonar Devil with a blue dress de Mitch Ryder and the Detroit wheel


6. La maleta

Cuando Raoul sale del bar es de noche pero la cámara va girando lentamente hasta situar el plano del Camaro desde atrás cabezabajo, mientras el cielo se va aclarando, y vuelve a girar de forma súbita para devolverlo a su orientación natural. Conduce por la mañana camino de la casa de los Wallace, aparca enfrente y al apagar el coche la música cesa. Sale ataviado de una gorra de béisbol y unas gafas de sol y accede a la casa por la puerta principal con las llaves de Mia. Pasea por la casa para una primera inspección visual, ya sin las gafas de sol y mientras se coloca unos guantes de látex. Tiene una descripción bastante clara de lo que busca pero ni idea de donde encontrarlo.

Entra en el despacho de Marsellus, de aspecto bastante clásico, tonos de madera y alfombra persa. Revisa los cajones del escritorio sin éxito, en silencio. Abre el armario y a los pies encuentra un maletín con cierre de combinación de tres dígitos. Lo pone encima del escritorio, todavía tal como lo dejó su antiguo dueño e introduce la combinación que Antwan le dio a Big Joe. Tres seises, qué tendría en la cabeza Marsellus. Los cierres ceden ante la combinación ganadora.

La discreta iluminación del despacho, con la lámpara del escritorio se ve realzada al abrir la maleta y recorta la silueta de Raoul que sostiene cada parte de la maleta con una mano. La luz le ilumina el rostro al abrirlo, entre fascinado y consternado. La entrada en escena de la luz del maletín hace sonar Out of limits de Themarketts.

Lo cierra, y se queda mirando hacia un lado, pensativo, y luego la baja, a medida que la luz se desvanece hasta fundir la imagen en negro y la melodía en el silencio.


7. Bill

Un niño de unos 6 años está sentado al volante de un coche antiguo con el capó levantado en el garaje de un vecindario humilde de los años 50, jugando a hacer que conduce:

-A ver, prueba ahora.

El chico gira la llave del contacto y el motor empieza a rugir levemente.

-¡Eso es!

Cierra el capó, se limpia un poco las manos de grasa y mira a su hijo tras el volante a través del parabrisas un momento, sin decir nada, mientras suena el motor. Se acerca a la ventanilla, se agacha y sitúa la cabeza cerca de la del chico mirando como él en dirección al cuadro de mandos.

-¿Lo oyes? Es como una sinfonía. Cuando un motor está bien ajustado… tiene una cierta… música. No es una cuestión de grave o agudo, es que suena… en equilibrio. Con un pulso constante, como si respirara. Está vivo, ¿lo escuchas?


Empieza a dar unos golpecitos sobre la puerta con la ventanilla bajada acompasados con la respiración al ralentí del motor: ta-ta-tá, ta-ta-tá…

-¿Qué es una sinfonía?

El plano se funde a negro con la manos de chico siguiendo el pulso de la máquina quedando por un momento sólo el ruido del motor y se vuelve a aclarar mostrando un plano del Bill adulto con unos guantes de cuero, las manos sobre el volante en el mismo lugar y llevando el mismo pulso con el indice que en ningún momento se ha detenido.

Parece distraído pero en realidad está mucho más conectado con sus sentidos de lo que podría decirse, como llevando el ritmo de una melodía que para otros pasa desapercibida.

Mira a un lado despacio, al otro, al retrovisor, revisa el panorama con el motor encendido, esperando. Se oyen disparos, tres, cuatro, cinco, de diferentes armas. Empieza a sonar Loui Louie de The kingsmen. Desde el plano frontal, a través del parabrisas trasero, dos hombres aparecen corriendo a toda velocidad doblando la esquina, a unos cincuenta metros, en su dirección.

Al poco aparece detrás de ellos una joven asiática disparando una recortada y gritando algo incomprensible en su idioma. Bill hace el gesto de agachar la cabeza buscando mantener el ángulo con el retrovisor.

Los disparos de la recortada y alguno más siguen sonando mientras se oyen las puertas del coche abrirse:

-¡Arranca, arranca! -¡Joder! ¿de dónde ha salido la china de los cojones? -Pensaba que lo tenías tú controlado. -Mierda, nunca la había visto antes, debe vivir en el sótano. -Sí, o debajo del mostrador.

-Joder, creo que me ha dado. -A ver, déjame ver… oh, joder, mierda, estamos jodidos.

El coche ya hace rato que ha arrancado y con discreta agilidad les aleja de los problemas mientras Bill lo conduce con la tranquilidad de quien lo saca a pasear los domingos para que no se descargue la batería:

-Entrar y salir, ¿eh?

-Joder Bill, lo siento pero….¡eh, eh, vamos, no te duermas!… está perdiendo mucha sangre, tío. Hay que llevarlo a un hospital.


Bill eleva la vista hacia el retrovisor valorando el alcance de las heridas y por lo tanto la gravedad de la situación un instante. Lo que ve es una hemorragia pulsátil, el disparo ha perforado una arteria y estará desangrado en minutos si no segundos:

-Ese no era el trato.

-Joder, Bill, ¡se está muriendo!

-Yo diría que ya está muerto. (El tipo aún balbucea algo mientras va perdiendo el conocimiento) Si quieres me bajo aquí y lo llevas tú.

-¿Qué?

-Que si quieres me bajo… (Bill empieza a repetir sus palabras más alto)

-¡Joder! ¡Ya te he entendido! ¡Joder!

Miguel tiene las manos empapadas en la sangre de su compañero, al que trata de frenar la hemorragia sin éxito.

-¿Y bien?

-¿Bien? No joder, nada está bien. ¡Rubén! ¡Rubén!

Intenta despertarlo palmeándole la cara pero la vida se le va drenando del cuerpo irremisiblemente.

-¿Qué quieres hacer?

-Vale, vale. Déjame pensar… Seguimos con el plan, ¿vale? Lo que acordamos.

-Ya. Pero el plan no era cargar ningún paquete. Ni echar el coche a perder.


Bill habla con tranquilidad pero la tensión va en en aumento. Se hace un silencio.

En un par de giros suaves pero pronunciados el coche termina embocando en un cobertizo lejos de miradas indiscretas y el conductor anuncia:

-Fin de trayecto.

-¿Y qué hacemos con esto?

Miguel señala a su compañero muerto sentado tras el conductor.

-Lo mismo que con el coche.

-¿Qué?

-Dejar que se enfríe.

-¿Cómo? ¿Lo vas a dejar aquí?

Bill está limpiando el volante, la palanca de cambios y el freno de mano con algunos pañuelos desechables sacados de una caja de la guantera.

-¿Y yo qué se supone que he hacer? ¡No puedo salir caminando empapado de sangre!

-Límpiate. (Le lanza la caja de pañuelos)

-Oye, me estás jodiendo, no…

-¡No! ¡Vosotros la habéis jodido! No soy vuestra puta niñera.

-Ah, ¿sí? ¿Y qué crees que va a pasar si salgo así? ¡Y no me voy a quedar aquí con un muerto! A ti tampoco te conviene que esto se tuerza más, no puedo salir así...

-De acuerdo. La verdad es que en eso último tienes razón.

Bill nota el calor en la axila del 38 que ha disparado tres veces sin sacar de la funda, a través de su chaqueta y del asiento hasta el pómulo, la sien y la frente de Miguel, cuya cabeza se desploma hacia el fondo quedando inmóvil con la mirada fija en el techo del automóvil:

-Y no me vuelvas a llamar.

Bill baja del coche desairado por las complicaciones, no sin antes recoger del asiento de atrás la bolsa con el escaso botín para cubrir al menos una parte de las pérdidas y cierra de un portazo. Guarda los guantes en un bolsillo, se quita la chaqueta, envuelve con ella el arma, se la cuelga del brazo de modo que no se vean los agujeros y sale a caminar por un vecindario desierto. Empieza a sonar 1-2-5 de The haunted mientras la cámara se aleja con Bill caminando por la acera. Está anocheciendo.


8. Visitas

Raoul baja de un taxi y camina por un vecindario depauperado de las afueras con un maletín en la mano, visiblemente magullada y ensangrentada. Cojea ligeramente mientras avanza por el ralo jardín de la propiedad hasta la puerta de entrada. Suenan tres golpes secos sobre la madera de la puerta, algo más espaciados de lo habitual.

-¿Q...quién es?

La dificultad del habla de Antwan suena desde el otro lado de la puerta.

-¿Antwan? ¿Antwan Rockamora?

-¿Quién pregunta?

-Un amigo de Big Joe.

Suenan los cerrojos de la puerta: -¿Big Joe?

-El mismo. ¿Puedo pasar?

Antwan lo examina con desconfianza y pronto advierte una maleta que le es familiar. Vuelve a mirar al tipo en la puerta y de nuevo a la maleta: - Claro, ¿en qué puedo ayudar?

Raoul sonríe viendo como Antwan ha reconocido el maletín: -Serán tan sólo un par de preguntas.

***

Big Joe habla por teléfono desde su oficina:

-Me da igual. No me importa. Resuélvelo. Pues lo solucionas. Lo solucionas. Ése no es mi puto problema, ¡soluciónalo! ¿Para qué mierda te pago? ¡Eso espero! Y cuando esté resuelto me llamas.

Cuelga el teléfono, mientras hablaba han entrado dos tipos con abrigos y trajes caros y han intercambiado algunas palabras con la secretaria. Uno de ellos lleva una bufanda fina colgando del cuello y guantes de cuero negro, no parecen de la ciudad.

-Usted debe ser el señor Joseph Brezinsky.

Big Joe no tiene la menor idea de que va el asunto. Trajes demasiado caros para ser del FBI, empieza a sentir curiosidad, el acento parece británico.

-Y ésta es mi oficina, pero todos me llaman Big joe. Aunque yo no les conozco a ustedes. ¿En que puedo ayudarles, caballeros?

El mayor de los dos se quitaba los guantes mientras escuchaba a Joe y señala una de las sillas frente a su mesa con ellos, solicitando ocuparla.

-Por su puesto, por supuesto, tomen asiento.

El mayor toma asiento mientras termina de acomodarse el abrigo desabotonándolo. El otro se queda de pie junto a la puerta con las manos cruzadas al frente.

-Verá, Big Joe, recientemente hemos sufrido el robo de una propiedad, extremadamente valiosa para… nosotros.

-Perdón, aún no sé con quien hablo.

-Eso no importa. Lo importante es que sabemos que, tras algunos...cómo diría… ¿vericuetos?, ha llegado hasta sus manos.

Big Joe empieza a sospechar que ha mordido más de lo que puede tragar:

-Wendy, ¿qué te parece si te tomas el resto de la tarde libre? Tengo que hablar de negocios con estos señores.

-Oh, estupendo Joe, gracias. Dejo los albaranes pendientes de revisar en el primer cajón.

-Sí, sí, descuida, yo me encargo.

Los segundos que Wendy tarda en organizar algunos papeles y recoger su abrigo del perchero transcurren en silencio y se hacen interminables, finalmente sale por la puerta de la lóbrega oficina del puerto:

-Hasta maña, Joe.

-Sí, hasta mañana.

Big Joe pronuncia las palabras sin ninguna convicción. El guardaespaldas responde con un gesto de la cabeza a la despedida de Wendy y cierra la puerta tras ella bajando la cortinilla que separa el despacho del vestíbulo.

El caballero británico hace tiempo que tiene clavada una mirada severa e imperturbable en Big joe, el silencio sigue unos segundos más. Big Joe los mira alternativamente sin acertar a volver a iniciar la conversación que por fin se reanuda:

-Por supuesto, somos conscientes de que se le han acarreado una serie de molestias que estamos dispuestos a compensar… generosamente. Pero me temo que con el tiempo no podemos ser tan generosos. ¿Dónde está?

-Caballeros, caballeros… si les digo la verdad aún no sé ni quiénes son ustedes ni sé de qué me hablan exactamente, tal vez puedan darme algún detalle más… tengo muchas propiedades muy valiosas.

Big Joe intenta tantear el terreno con una sonrisa aunque su frente empieza a perlarse de sudor.

El caballero británico en la silla gira su cabeza hasta el guardaespaldas que en dos zancadas se sitúa a la altura de Big Joe, saca un cuchillo con el que clava su mano izquierda a la mesa y le arrebata el revólver que ya había alcanzado con la derecha.

-En este lado del océano nunca funciona la diplomacia. ¿Dónde está?

Una mancha de sangre se abre bajo la palma de la mano de Big Joe mientras profiere algunos gritos y soplidos:

-¡Que te jodan! ¡No sé de que me hablas!

-Oh, vaya. Debe ser que no me ha oído. Pues para eso no necesita orejas, córtale una, Jeremy.

El guardaespaldas desclava con un gesto seco de vaivén el cuchillo que Big Joe estaba tratando de liberar y lo sitúa bajo el lóbulo de su oreja izquierda.

-Eh, eh, espera, espera.

El caballero británico levanta levemente un dedo indicando a Jeremy que se detenga.

-Muerto no os sirvo de nada. Podría estar en cualquier parte. Nunca lo encontraríais.

El guardaespaldas parece advertir algo extraño bajo la mesa, a los pies de Big Joe, por un movimiento de éste.

Detiene la presión del cuchillo, se agacha un poco y levanta un maletín desde el asa con un par de dedos por encima de la cabezas.

-Vaya, ¿que tenemos aquí?

-Bueno, tal vez haya alguna manera de…

El último as en la manga de Big Joe acaba de esfumarse por completo.

El guardaespaldas deja caer la maleta plana sobre la mesa, pesadamente, en parte sobre la sangre procedente de la mano.

-Jeremy, por favor, con delicadeza.

-Perdón.

El caballero británico limpia un poco una esquina con un pañuelo oscuro, introduce la combinación con calma, abre los cierres con los pulgares y eleva la tapa mientras una luz familiar procedente del interior le ilumina poco a poco el rostro bajo una mirada sagaz.

-Sí, definitivamente, es lo que buscamos.

La vuelve a cerrar rápidamente mientras en guardaespaldas limpia el cuchillo en el hombro de Big Joe.

-Bueno, asunto resuelto entonces, ¿eh?

-Más o menos. Sólo una pregunta, Big Joe: por casualidad, ¿lees la biblia?

-¿La… la biblia?

-Sí, la biblia. Hay algunos versículos que me parecen especialmente apropiados para la ocasión, de Ezequiel, 25:17.

Big Joe no puede cerrar la boca, por un momento contempla la posibilidad de salir del atolladero con una simple lección de sabiduría pero sus esperanzas se desmoronan con cada palabra igual que su mirada sobre la mesa.

El caballero británico las pronuncia despacio, buscando con sus ojos los del hombre que tiene en frente, inclinando para ello ligeramente la cabeza mientras prosigue, como asegurándose de que el sentido de cada frase queda comprendido por completo :

-El camino… del hombre recto… está por todos lados rodeado… de la avaricia de los injustos… y por la tiranía de los hombres malos. Empieza a sonar The house of the rising sun interpretada por The animals.

Bendito sea aquel pastor… que en nombre de la caridad… y de la buena voluntad...saque a los débiles del valle de oscuridad. Porque él es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos...La voz y la imagen se van fundiendo en negro a medida que el discurso continúa.

***

-Eh, amigo. ¡Amigo! ¿No le parece que eso es tirar el dinero?

Un asiático que rasca con una moneda algunos boletos sobre el mostrador de forma compulsiva levanta por un momento la cabeza, en principio algo confuso: “¡Tú hablas mielda!”, concluye, y sigue con su tarea.

-Sí, seguro. Unos Red apple. Gracias.

Bill se coloca un cigarro entre los labios mientras sale de la tienda y camina unos pasos hasta la oficina de Big Joe. Suena School days de Chuck Berry

-Qué tal Wendy, ¿está ocupado?

-¿Y cuando no lo está? El día que pare será cuando le dé un infarto.

Los gritos de Big Joe al teléfono se oyen prácticamente desde la calle:

-...Im - po - si - ble. ¡Imposible! ¿No me has oído? ¿Quieres que te lo deletree? Y además no me sale de los cojones. No. ¡No me vengas con esas! Así están ahora las cosas y reza porque no se pongan peor. ¡Pues ahora ya lo sabes!

Big Joe cuelga el teléfono y respira profundamente: -Señor, que paciencia hay que… ¡Billy! ¡No te quedes ahí, pasa!

-¿Va todo bien, Big Joe?

-No Billy, los negocios nunca van bien. ¿Y sabes por qué? Porque siempre podrían ir mejor.

Ambos sonríen, estrechan las manos y Big Joe continúa:

-¿Qué tal las carreras, muchacho?

-Bueno, es lo que dices, siempre podrían ir mejor, ¿no?

Espera, voy a cerrar la puerta:

-Wendy, que no nos molesten, no me pases llamadas.

-Ok, Joe.

-Bueno, perdona que te haya hecho venir sin mucha más explicación pero tengo un asunto urgente… al que le vendrían bien tus… habilidades. ¿Recuerdas a Raoul?

-Claro.

-Sabes que llevamos muchos años trabajando juntos.

-Más que conmigo, ¿no?

-Así es. Y, dicho suavemente, temo que puedan empezar a ser demasiados.

-Vaya.

-Te voy a ser sincero Billy, ahora mismo no me fío de él. Le he enviado a un encargo, sencillo pero muy importante y no estoy seguro de que lo vaya a hacer bien.

-¿Ha vuelto a beber?

-¿Acaso lo ha dejado alguna vez? Lo que quiero es que te asegures de que todo marcha bien.

-Bien, lo haré, pero seguro que va bien.

-Eso espero. De verdad que lo espero.

Las palabras de Big Joe adquieren un tono sombrío.


9. Problemas

Raoul baja del Camaro, camino de la oficina de Big Joe, ya es de noche. Suena I needher de The dominions.

Abre la puerta de la oficina y no tarda en descubrir el problema urgente por solucionar: una mujer joven yace tendida sobre un charco de sangre:

-¡Joder Joe! ¿Qué es esta mierda? ¿Qué es esta puta mierda? ¿Qué cojones has hecho?

-¡Raoul!, Raoul, no sabes cuánto me alegro de verte, tú me conoces, tú sabes que yo no soy así. No sé que ha podido pasar, joder, no lo sé. Forcejeamos, resbaló… Raoul, tienes que ayudarme con esto, tienes que ayudarme.

-Ah, ¿que resbaló? ¡Joder! Pues no hay ningún problema, se lo explicamos a la policía. ¿Y se puede saber quién cojones es? ¿Ahora te tiras a las zorras en la oficina? ¡Tienes un club a 20 metros!

-No, joder, es… es Mia, Mia Wallace.

-¿Qué? ¿La viuda de Marsellus? ¿De qué va esto?

Big Joe se deja caer abrumado sobre la silla de su despacho:

-Después de la muerte de Marsellus me llamó Antwan, ¿lo conoces? Trabajaba para él.

-¿El negro samoano? No se le dan muy bien las cartas. Nada bien en realidad, no tiene paciencia.

Raoul revisa la escena con un poco más de detalle, leyendo qué ha pasado exactamente y anotando mentalmente los pasos para solucionarlo.

-Vino a mí después de que… ¿sabes que lo tiraron por el balcón?

-Cuatro pisos sin ascensor, algo he oído.

-Antwan me contó la historia. Hay algo en casa de los Wallace que debemos recuperar. Y quiero que tú te encargues. El doble de lo habitual. Por lo de hoy también. ¿Te encargarás?

Raoul mira al cuerpo tendido en el suelo. Al menos tiene la ropa puesta.

-Joder, Joe. Voy a acercar el coche pero vas a tener que ayudarme.

Cargan a Mia en el coche mientras vuelve a subir el volumen del I need her de Thedominions y Raoul se pone en marcha hacia la escena inicial.

***

Cuando vuelve la imagen el Camaro sigue en la carretera pero ya con el maletero vacío y el asiento del copiloto ocupado por una maleta. La música sigue. El coche toma una curva algo cerrada algo más rápido de lo recomendable y uno de los neumáticos revienta en el peor momento, abocando al coche a la cuneta de forma mucho más aparatosa de lo que cabría esperar.

Con el coche medio volcado y la cabeza contra la ventanilla Raoul para la radio y la música cesa. Con dificultad coge la maleta y encuentra la manera de salir por la otra puerta. Tira la maleta al suelo y cae rendido por unos momentos, sentado sobre el asfalto, baja un poco la cabeza y la vuelve a levantar:

-¡Joder! … ¡Joder, joder…!

Patea un poco el coche cuando ya han empezado a sonar los primeros compases de Hey baby de Bruce Channel. Una rueda está destrozada, imposible seguir, empieza a caminar por la carretera.


10. Encuentros y desencuentros

Los guantes de cuero con rejilla de Bill aparecen sobre el volante conduciendo de forma relajada por la noche mientras suena el Happy together de Theturtles. Toma una curva lentamente y observa el Camaro accidentado en la cuneta de Raoul. Detiene poco a poco el vehículo y para la radio. Examina un poco los restos, pone la mano plana sobre el capó, captando su calor y se vuelve a poner en marcha al son de ShockingBlue de Venus mientras sonríe.

***

Un camión avanza por la carretera en la noche y al dar la curva la luz alumbra una silueta caminando por el arcén, el camión se detiene al llegar a su altura.

Raoul eleva la vista a la iluminada cabina del camión:

-Amigo, no soy mecánico, pero por lo que he visto ahí detrás creo que ha tenido algún problema.

-Sí... así es, ¿no tendrá un teléfono?

-¿Y usted?

Raoul levanta su busca a modo de símbolo de derrota.

-Vaya, no creo que eso le vaya a sacar del aprieto.

-¿Tal vez podría pedir una grúa con la radio o…?

-Ja, ja, ja. ¿Ojalá funcionara, verdad?

-Joder.

-Suba, le acercaré al bar de Sally, me viene de camino, desde allí podrá llamar. No queda lejos.

Se ponen en marcha al ritmo del No particular place to go de Chuck Berry.

***

Bill circula despacio con especial atención a ambos márgenes de la carretera. Nada, ni rastro, como si se hubiera esfumado por arte de magia. La pista se ha enfriado. Ve a lo lejos el neón de un bar y decide parar y probar suerte. Suena en la radio Stay de Maurice Williams and Thezodiacs.

***

-Recuerde lo que le digo, los teléfonos móviles y los ordenadores son sólo el principio. El control, amigo, el objetivo es el control. ¿Lee usted la biblia?

-¿Qué?

Raoul lleva un cuarto de hora aguantando un discurso que le parece del todo delirante.

-Ahí lo dice, ¡lo dice! Dice: “Y todos llevarán la marca de la bestia”. Acabaremos todos con un microchip implantado, ¿que no? Y dice que “quien no lo tenga no podrá comprar ni vender”. Hágame caso, amigo, lea el apocalipsis. Bueno, aquí es. Espero no haberle agobiado con mis preocupaciones. Pero también deberían ser las suyas.

-Sí, bueno, lo tendré en cuenta. Gracias por el viaje.

-¡No hay de qué!

Raoul ve alejarse el camión, todavía incrédulo por lo que acaba de escuchar, con su maleta en la mano. Se dirige hacia la luz del bar y al entrar suena Whole Lotta Shakin’ Goin’ On de Jerry Lewis.

Muchas motos en el aparcamiento, muchos chalecos de cuero con parches de bandas de moteros.

Pide una cerveza en la barra y pregunta por el teléfono. Grúa, taxi. Está colgando el teléfono cuando entra por la puerta ni más ni menos que Bill Evans. Trabaja para Big Joe, no puede ser casualidad. Él también le ha visto.

Se dirige hacia el extremo de la barra a ocupar el asiento vacío que corresponde a la cerveza que ha pedido antes de llamar, Bill ocupa un asiento pasado el codo de la barra:

-Raoul.

-¿Qué tal, Bill? ¿Qué te trae por aquí?

-Sólo quiero hablar. Una cerveza, por favor.

Sally, una mujer muy mayor que regenta el bar responde con una sonrisa.

Empieza a sonar el Twist and shout de los Isley brothers


-Bien, pues hablemos. Tú dirás. Aunque te advierto que no estoy teniendo muy buen día.

-Ya, siento lo de tu coche. ¿Qué ha pasado?

-Y yo qué cojones sé. Joder, ni idea, el neumático pero… mierda, no sé.


Bill da un trago largo a la cerveza que le sirve Sally sin apartar los ojos de Raoul, evaluándolo.

-Supongo que nos hacemos viejos.

-¿Qué? No, joder. Claro que nos hacemos viejos, todos- señala a Bill con el cuello de la botella, pero no es eso…

-Big Joe está preocupado, a su manera. Ya le conoces.

-Sí, y por eso sé que jamás se preocupa por nadie más que por sí mismo.

-Bueno, yo no lo diría así…

-¿Qué es lo que te ha contado, eh?

-Lo suficiente. Que debemos llevarle esa maleta.


-¿Cuánto te paga, el doble? Sea lo que sea es porque el encargo vale más…

-Si me hiciera ese tipo de preguntas ya estaría hace mucho tiempo fuera del negocio. ¿Piensas dejarlo?

-Si me lo hubieras preguntado la semana pasada te hubiera respondido que no. Si me lo preguntas ahora, la verdad es que no lo sé.

-En ese caso será mejor para todos que yo lleve la maleta a Big Joe.


Empieza a sonar Respect de Aretha Franklin.


-¿Qué? ¡Ni hablar! Aparta tus manos.

-Eh, eh, está bien, vaquero. Pues llévala tú, ¿vas a llevarla andando? Yo te puedo llevar, no vas a encontrar mejor conductor por aquí.

-Antes quiero hablar con Antwan. No es nada personal, pero no me fío de los conductores zurdos.


-Me parece una pésima idea.

-Qué se le va a hacer, intentar complacer a todos es no complacer a nadie.

-No, en serio, Raoul, estás cometiendo un error. Y bajo mi punto de vista es mejor poner la solución antes de que aparezca el problema.

-¿Aquí? Eso sí que es una pésima idea. Mira, voy ir a vaciar la cerveza y cuando vuelva te digo si vamos juntos a entregar esto a Big Joe o tú te vas a la mierda, ¿qué te parece?

-Estás cometiendo un error, Raoul.

-Sí, lo llevo escuchando desde el instituto. Ahora, si me disculpas…

Raoul da un pequeño tirón a la maleta que la libera de la mano que Bill ha tenido sobre ella toda la conversación. Camina relajado hacia los aseos, demasiado relajado, incluso bamboleándose un poco.

Al cruzar el umbral del pasillo que conduce a los aseos, más allá de la cabina de teléfonos, todo cambia en un instante, desenfunda su Glock 9 mm y busca otras posibles salidas más allá de la puerta principal. Bill está en la barra rojo de ira y le falta poco para decidirse a seguirle a los aseos y poner fin a sus diferencias de criterio.


Hay varias puertas de dependencias del personal a los lados, todas cerradas y al fondo una puerta metálica cerrada con un candado. El disparo que vuela el candado es la espoleta que hace saltar de la barra a Bill que sale como un rayo hacia el corredor de los aseos y la cabina.

Alguien del personal grita a su espalda: -¡Eh, oiga, no puede pasar, esa zona es privada! -¡No puede pasar!

Se monta algo más de barullo de lo deseable, una trifulca en un bar siempre tiene resultados imprevisibles, pero parece un riesgo asumible por solucionar el asunto “aquí y ahora”.


Raoul ya ha atravesado la puerta metálica, la iluminación clara de los fluorescentes y el azulejo blanco de las paredes contrasta con el ambiente del bar, da un giro más, aparta unas puertas de plástico y lo que ve le nubla por un momento la razón.


Colgados en ristras como en una sala de despiece de la industria cárnica, hileras de piernas, brazos, y medios torsos humanos. La imagen se inclina y se retuerce hasta distorsionarse y un zumbido empieza a hacerse audible. Vuelve a sonar el tema que escuchó al entrar al bar: Whole Lotta Shakin’ Goin’ On de Jerry Lewis.

 

11. El matadero

A los pocos segundos llega Bill. Sin más puertas ni ventanas ni salida que por donde han entrado.

-¡Joder!

-¿Pero qué mierda es esta?

Bill se ha olvidado completamente de cómo y para qué ha llegado hasta allí, como si hubiera cruzado un umbral hacia otra dimensión.

-Estamos jodidos. ¡Estamos jodidos!

Se escuchan pasos de varias personas a los lejos desde la entrada del corredor.

-Pues podrías pensar en algo. Al fin y al cabo tú nos has metido en esta… ¡mierda!

-¿Quién se puede imaginar que…?

-Joder, hay gente que paga por mierdas muy raras.

-Oh, joder…


-¡Eh, vosotros!

Raoul responde con dos disparos, uno impacta en el hombro de uno de los moteros armados que se asoma y otro en la pared haciendo que Sally y el resto retrocedan hasta el recodo del pasillo, Bill cubre más ángulo desde su lado y dispara una vez más.

-¡Bueno, vamos a tranquilizarnos!

La voz de Sally pretende poner algo de cordura a la situación.

-¿Tranquilizarnos? ¡Y una mierda tranquilizarnos!

-¡Ja!

Bill secunda a Raúl y una voz grave resuena socarrona desde el fondo con un coro de varias risas del resto: -Qué sucede, muchachos, ¿el menú no es de vuestro agrado?

-¡Callad! ¡A callar todos! Vamos a buscar la salida más razonable para todos de esta… desagradable situación que se ha creado.

Mientras Sally pronuncia estas palabras imponiendo la autoridad de su edad al resto va recargando de cartuchos su escopeta.

-Ah, ¿sí? ¿Y qué propones?


-Muy sencillo: vosotros entregáis las armas y nosotros os escoltamos como caballeros hasta la salida.


-Sí, claro.

-Lo siento, prueba otra vez.

A ninguno de los dos, que buscan desesperadamente una salida alternativa al pasillo sin quitarle un ojo, les convence la propuesta de Sally. Sólo ven algunas bolsas de cadáveres llenas, vacías, cajas de plástico, varios cuchillos, algunos de buen tamaño...


-Entremos ya.

-Vamos.

Algunas voces de lo que parece una pequeña turba cada vez más grande se impacientan.


Bill mira a Raoul vocalizando: ¿Qué hacemos?

Raoul ya ha abandonado toda esperanza: -No hay nada que hacer, equilibrio de Nash.


-¿Qué?

-Teoría de juegos, el equilibrio de Nash.

-¿Se puede saber de qué coño me estás hablando?

-Olvídalo. Sólo prepárate.

Y le pasa un cuchillo de carnicero al vuelo.


-Y por cierto, ¿no querías esto?

Raoul empuja la maleta con el pie mientras empuña con una mano la pistola y con el otro el cuchillo más grande que ha encontrado.


-Hijo de puta…

Bill guarda algunos cuchillos más pequeños en el pantalón, coge con una mano la maleta y con la otra su 38.

Alguien asoma la cabeza y Raoul vuelve a disparar para mantenerlos a raya:

-¿Cuántos crees que debe haber?

-Tal vez diez o doce

La risa de Bill denota lo crudo que lo tienen.

-Oh, amigo…

Se cubre por un momento con medio torso femenino de una de las líneas y cuando se da cuenta de que se está apoyando en una teta, se besa la mano, la vuelve a colocar y dice: -Te echaré de menos.


-¿Qué es eso?

Sus anfitriones han lanzado una manguera por la que empieza a salir humo a buen ritmo, en breve no se verá nada y poco después se asfixiarán.


-Hemos de salir. ¿A la de tres?

-Uno…

-Dos…

Empieza a sonar Tequila de The champs.


Y se lanzan hacia el recodo del pasillo. Las balas se terminan pronto. Pero no detienen la confrontación. La pelea sigue a machetazos y con gritos guturales, a muy corta distancia, avanzan sobre los cadáveres de los caídos. Los segundos pesan como horas. El suelo se torna resbaladizo y juega malas pasadas a los que aún quedan en pie. A alguno de los de detrás aún le quedan balas pero con el desconcierto terminan casi todas donde no deberían. Los cuchillos suben y bajan con un ruido sordo al caer y elevando regueros de sangre, Bill ha vaciado el cinturón de todos ellos. El infierno condensado en cuatro metros cuadrados.


Sally, que aún conserva algún cartucho, ve desesperada desde el fondo caer a los suyos: -¡Matadlos, matadlos!

Los últimos sirven como escudo mientras Sally gasta sus últimos disparos sin acierto y le tiemblan las manos al recargar. Intercambian una breve mirada y Raoul lanza el cuchillo de carnicero dando vueltas hasta estrellarse en la frente de la anciana.

Para cuando todo acaba el pasillo es una pila de cadáveres y la pared ha cambiado de color y chorrea rojo prácticamente desde el techo hasta el suelo, igual que ellos.

Raoul tiene un buen corte en una mano pero Bill ha llevado la peor parte con diferencia, varias perforaciones en un hombro, un disparo con entrada y salida sin afectación de órganos vitales, otro que le ha rozado el cuero cabelludo y algunas docenas de contusiones entre ambos de diversa consideración.

-Si salimos de ésta…

-Dímelo cuando salgamos, ¡vamos!

-Joder, si ni siquiera tenemos balas ¿y vamos a salir por la puerta principal?

-Sí, pero los de fuera no lo saben, ¡venga!

Al volver a doblar el recodo hacia los aseos encuentran abierta una de las puertas antes cerrada por donde sale la manguera cuyo humo les camufla en parte de algunas siluetas lejanas, además de la confusión, seguramente de curiosos:

-¡Venga, sigamos la manguera!

-¡Eh, vosotros!

-¿Quiénes eran...?

Las voces lejanas les recuerdan la idea de una nueva turba y un nuevo pasillo y les espolea a través de la cocina, donde al final hallan una puerta que por fin les devuelve a cielo abierto.

Se oyen algunas sirenas lejanas resonando en el valle.

-¿Dónde has aparcado?

-Por allí.

Caminan agazapados entre filas de motos y coches que se extienden también por el lateral del establecimiento.


-Hogar, dulce hogar.

Bill toma el asiento del conductor y lanza la maleta al asiento de atrás.

Raoul se deja caer en el del acompañante: -Desaparezcamos de aquí cuanto antes, ¿puedes conducir?

-¿Y la maleta?

-¡Por dios, olvídate ya de la puta maleta, vámonos de aquí!


El coche arranca y en la radio suena Surfin’ USA de los Beach Boys mientras se alejan por la carretera.

-¿Y qué mierda es esa de la teoría de juegos?


12. Florida

Suena el Bring it onhome to me de Sam Cook mientras Sarah se desmaquilla frente al espejo. Mira un perfil, el otro, estira de algunas bolsas para hacer desaparecer alguna líneas. Está cansada. Sale del bar, ya vestida de calle, tras despedirse de los chicos camina con los brazos cruzados, mirando al suelo, pensativa, cuando una voz la saca de sus divagaciones:

-Eh, forastera, ¿puedo invitarla a una copa?

Sonríe al reconocer a Raoul, lleva la mano vendada y el viejo Camaro tiene algunas abolladuras. Primero va a cogerle la mano, luego mira también al coche: - ¿Qué os ha pasado?

-Oh, es una larga y dolorosa historia… de la que prefiero no hablar.

La besa: -Supongo que nos equivocamos de camino… y por eso terminamos en un terraplén.

-¿Y no lo vas a arreglar?

-Sí, pero no ahora. Tengo otros planes.

-¿Qué planes?

Sarah sonríe mientras la abraza y la hace girar levantándola un poco del suelo


-Florida.

-Oh, no, ¿Florida?

-Vamos, encontrarás otra banda.

-Y con un guitarrista que no desafine.

-Eso.

-¿Cuándo?

Raoul mira hacia un lado apoyado en el coche, luego hacia el otro y luego por fin a Sarah:

- Ahora.

-¿Ya? ¡Lo dices en serio!

-Completamente en serio. He conseguido un pequeño...adelanto.

-¿Suficiente?

-Sí, suficiente.

Sarah, mira a su alrededor, en especial a la puerta del bar por la que ha entrado y salido tantas noches.

-A la mierda. Vámonos. Echaré de menos a Larry…

Raoul responde poniendo los ojos en blanco a la vez que abre la puerta del copiloto.

-¿Qué?

-Sube y te cuento el secreto del éxito en el negocio de la música según Larry.

-¿A que te refieres?

-Te va a encantar.

Suena The letter deThe box tops mientras el destartalado Camaro se pierde entre el tráfico.


13. Delirios

Raoul vuelve a caminar el jardín ralo de Antwan, esta vez desde el punto de vista de Bill que observa desde el coche. Han podido pasar por una gasolinera apartada y adecentarse un poco. Lleva la herida del torso vendada con algunos retazos de tela sucia y cinta americana, desinfectada con bourbon, como la del hombro. Ve las estrellas cada vez que ha de cambiar de marcha, llevan sólo las chaquetas sobre el torso desnudo. Revisa el aspecto del orificio de entrada.

La visita es relativamente breve pero la espera es tensa. No porque Raoul vaya a huir con la maleta, ninguno de los dos podría ir demasiado lejos. Después de todo, no vale la pena.

A los veinte minutos Raoul vuelve un poco más renqueante de lo que ha entrado. Abre la puerta del acompañante y deja caer la maleta en el asiento de atrás, sin mediar palabra.

-¿Y bien?

Raoul sólo se gira y mira a Bill.

-¿Qué, qué te ha dicho?

-Da igual, llevémosle a Big Joe lo que quiere y cojamos nuestra parte.

-¿Y ya está? Qué fácil hubiera sido si desde el principio… te dije que te equivocabas.

-Déjalo ya.

-¿Pero qué te ha dicho?

-Que hay carísimos restaurantes clandestinos para gourmets ricos y enfermos en los que sirven carne humana. ¿Te lo creerías? Pues mucho peor. ¿Sabes lo que me contó ayer un camionero..?

-Después de lo de ese bar de carretera creo que podría creerme cualquier cosa.

Empieza a llover sobre el parabrisas mientras conversan y suena Riders on the storm deThe doors cuando Bill arranca el coche y se enciende la radio, se alejan con rumbo a la oficina del puerto.


14. Negocios

Big Joe los ve entrar en la oficina desde su mesa, con una sonrisa en los labios y una mano sobre el revolver bajo el escritorio:

-Vaya, vaya. Mira por donde aparecen mis chicos, y los dos juntitos. ¿Habéis hecho buenas migas?

-Corta el rollo Joe. Aquí tienes lo que buscabas.

Raoul deja caer la maleta sobre la mesa con cierta brusquedad.


-Pero bueno, ¿qué modales son esos? ¿No os vais a sentar, no queréis un trago para celebrarlo?

-Queremos nuestro dinero y nos largamos.

Bill sigue una línea parecida a la de Raoul.

-Tenéis mal aspecto, ¿habéis pasado mala noche?

-Compruébalo.


Big Joe los mira con desconfianza alternativamente:

-Pues sí que tenéis prisa. En fin, vamos a ver qué tenemos aquí.

Gira la maleta, fija la secuencia de tres dígitos y levanta los cierres haciendo sonar los resortes:

-Bueno…

Abre la tapa despacio mientra una luz empieza a emanar del interior bañando de un ténue tono ámbar su rostro:

-...sí, eso es. Qué maravilla.

La vuelve a cerrar antes de que la luz termine de embelesarlo.

-Buen trabajo, caballeros.

Big Joe está satisfecho pero no termina de entender por qué los dos siguen allí plantados.


-El dinero, Joe.

Raoul sabe lo rezongón que es Big Joe a la hora aflojar la mosca.


-Ah, el dinero, el dinero, sólo os interesa el maldito dinero. ¿Tiene que ser ahora?

Mira alternativamente los rostros pétreos de ambos.

-Sí, vale, mejor ahora. Lo capto, lo capto. Habéis trabajado duro.

-Joder Joe, no podrías ni imaginártelo.

-Da igual.

Raoul no quiere entrar en detalles.


Big Joe se levanta y hace girar sobre sus bisagras el cuadro simulado de una marina bastante hortera que hace las veces de tapa de la caja fuerte oculta. Hace girar la rueda de la caja con su sonido característico y deja caer algunos fajos de billetes sobre la mesa.

-Muy bien, lo acordado y lo acordado.

Bill va metiendo fajos dentro de su chaqueta, junto a la herida pero Raoul carraspea un poco.

-¿Qué? ¿Qué más queréis? ¡Joder, me estáis desangrando, y así, sin avisar!


-Joe, está también lo de… la chica.

-¿Qué chica? Ah, joder… la chica.

Mira al interior de la caja fuerte y vuelve a mirar a Raoul:

-¿De verdad tiene que ser ahora?

-Sí Joe, lo dejo.


-¿Cómo? ¿Que lo dejas, así sin más? ¡No jodas! Y qué, ¿tú también te vas?

-Bueno, dejemos que pase un tiempo a ver cómo van las cosas.

-Hostia puta. ¡Estáis hechos una mierda!… Vale, vale, lo pillo… y lo de la chica, ¿contento?

Deja caer unos cuantos fajos más sobre la maleta.


Raoul los va introduciendo en varios bolsillos:

-Contento de alejarme de esa mierda. Ojalá a ti te traiga mejor suerte.


Big Joe sonríe y vuelve a tomar asiento, haciendo girar levemente su sillón de un lado al otro:

-¿Bueno, pues eso sería todo, no, caballeros?


-Sí... ¿te importa que haga una llamada?

Big Joe coge un viejo teléfono con los dos dedos del medio y lo deja sobre la maleta mientras aguarda con la mano cerca del revólver y observa.


-¿Larry? Me tienes que hacer un favor. Han llevado mi coche esta noche a un taller del norte, podrías recogerlo por mí… sí, y venirme a buscar al puerto. No, que le cambien la rueda y listo, habla con César. Oh vaya, siento interrumpirte, quizás por una vez te levantes de una mesa de póker a tiempo. Sal ya, te espero.

Salen de la oficina bajo la atenta sonrisa de Big Joe que está deseando ver como desaparecen.


-¿Seguro que no quieres que te lleve a ningún sitio?

-No, gracias. Ve a que te miren eso si quieres vivir para gastar el dinero.

-Lo haré, aunque hay pocas cosas que no mate el bourbon.

Bill se aleja hacia el coche bajo el ruido de las gaviotas cuando empieza a sonar Fortunate son de los Creedence.


15. Big Joe

Big Joe descuelga el teléfono desde su oficina y marca un número anotado en un papel. Al poco contesta la voz de una mujer.

-¿La Señora Mia Wallace? No, no nos conocemos, aunque es posible que haya oído hablar de mí, todos me conocen como Big Joe. Ante todo querría trasladarle mi más sentido pésame, yo también lo lamento, en el pasado tuve algunos negocios con el señor Wallace.

Empieza a sonar Sympathy for the devil de The rolling stones.

Dado que, tristemente, ya no está entre nosotros, me dirijo a usted para hablar de una oportunidad que le podría interesar, pero preferiría poder tratarlo cara a cara. Donde usted me diga, o puede venir cuando quiera a mi oficina. Créame, no se arrepentirá, es un negocio que podría resultar muy provechoso para ambos. Sí, anote la dirección. La espero entonces. Será un placer conocerla en persona.


 ***FIN***