miércoles, 22 de enero de 2025

La granada

Se oye un ruido, como un explosión a poca distancia, inesperadamente fuerte. Al poco un tipo entra la sucursal bancaria dando un portazo con un brazo en alto, gritando. Eran los 80, cuando aún había dinero en los bancos y el papel tenía sentido.

-¡Tengo una granada! ¡O me dais la pasta o reventamos todos! ¡Reventamos todos!

Algunas miradas atónitas y unos pocos gritos entre los empleados y algunos pocos clientes del banco, aún estupefactos por la explosión que todos han oído.

El individuo, con cara de loco, despeinado y sin afeitar tiene todo el aspecto de un cliente descontento o tal vez algún exempleado que lleva varios meses en su apartamento desayunando bourbon en calzoncillos.

Nadie reacciona, todos se quedan paralizados. En dos zancadas se acerca al mostrado:

-A ver tú, el dinero. ¡El dinero!

La mujer mueve un poco los brazos a este lado y aquel sin saber en realidad que hacer con ellos, mira hacia atrás a un hombre que ha salido con la explosión de su despacho al fondo.

-¿No me oyes? ¡Que me des el dinero!

Sigue con el brazo en alto con la granada en la mano, tira de la anilla y se oye caer al suelo.

El hombre al fondo ni asiente ni niega, no dice palabra, y dicen que el que calla otorga.

La mujer empieza a juntar algunos fajos de diferentes colores y con manos temblorosas los pone más o menos amontonados sobre el mostrador.

-¿Eso? ¿Dónde está el resto? ¡Pon ahí todo el puto dinero!

La mujer vuelve a mirar hacia atrás al hombre del fondo que pide tranquilidad.

La cajera busca otros fajos bajo el mostrador y completa una pequeña montaña de billetes desordenador que amontonan sobre el mostrador y habría que coger con dos manos.

-¡Ah! Eso es… Un bolsa.

-¿Qué?

-¡Una puta bolsa, una bolsa! Ponlo en una bolsa.

Mira hacia los lados titubeando y tartamudea:

-No tenemos…

-¡Me cago en dios!

El individuo da unas pocas zancadas y accede por un lateral al mostrador pasando por delante del hombre del fondo que mantiene las manos levantadas sin que nadie se lo haya pedido. Se oye algún pequeño grito de nerviosismo.

Entra en el pequeño recinto, mira a su alrededor, a un lado y a otro, agarra una papelera con la mano libre, aún sosteniendo la granada presionando la palanca para que no estalle, y la vacía en mitad del suelo. En el mismo movimiento la deja caer sosteniendo la bolsa que contenía papeles rotos y algunos envases y se la ofrece a la cajera. Ésta va introduciendo los billetes, sólo se oye el ruido de la bolsa de plástico y finalmente se la extiende al hombre, que se gira alterado a un lado y a otro:

-Gracias. ¡Que tengan todos un buen día!

Un hombre sale de la sucursal con un bolsa en la mano. Se pone unas gafas de sol. Mira a hacia un lado y el otro. Saca un cigarro de un paquete en el bolsillo interior de la cazadora. Eleva una granada, pulsa un botón y aparece una generosa llama. Lo enciende y echa a andar con la bolsa en la mano. Aquellos fueron buenos años.